Aquí estoy, nuevamente en
el frente y escribiéndole, aunque no sé si alguna vez leerá estas letras. Había
pensado pasar unos días junto a ella, sin embargo, llegó el telegrama que me
comunicaba que debía partir inmediatamente y alcanzar mi regimiento. Me ha dolido
dejarle otra vez, pero el deber con la patria me reclamaba, y no podía decir
que no. Partí inmediatamente, cualquier recorrido en las condiciones en las que
estaba el país podía llevarme más tiempo del previsto.
Después de tres días de viaje, y dos horas de marcha montaña arriba, llegué junto a mis compañeros, casi en la cima del Monte Grappa.
Ahora nos han encargado proveer los suministros a la segunda línea. Noto, percibo a todos muy preocupados, el enemigo no deja de atacarnos con gas asfixiante. Un joven soldado pasa por mi lado, está mal herido, y deberán llevarlo inmediatamente al hospital de base.
Apenas se ha hecho noche y me pongo a escribir algunas líneas más; cuando el Capitán decide ponerse en marcha hacia la primera línea de combate. A pesar de estar en medio a las montañas, no se ven las estrellas, el cielo es sólo un gran manto oscuro. El manto de la muerte que nos rodea, y en el cual no queremos pensar demasiado. El terreno es fangoso, ha llovido los días anteriores, y muchos resbalan al caminar. Igual no es el único motivo. Están, estamos cansados, y con hambre. Es ya de madrugada cuando logramos meternos dentro una de las tantas galerías. Es demasiado pequeña y húmeda, pero es lo que hay.
De repente el fuego enemigo recomienza con un fuerte ataque. Debemos salir de aquí si no queremos se convierta en nuestra fosa común. Quienes nos combaten, los austríacos, no creen lo que ven, no esperaban resistencia, ni siquiera la más mínima. La galería ha comenzado a llenarse de muertos y heridos, el olor a la sangre y la pólvora me descomponen, aún si debería estar ya acostumbrado. No quedan casi oficiales de rango, y algunos de los soldados prueban a escapar. ¿Cómo juzgarlos? ¿Es de cobardes probar a huir de todo este infierno? No lo sé, es sólo que yo no puedo hacerlo. Y lo único que deseo es poder ver otro amanecer en los ojos de ella.
No sé cómo, si por milagro o qué, logramos contrarestar el avance enemigo. Hasta hemos hecho algún prisionero. Igual esto no vale el precio de nuestros muertos y heridos. Después de casi una semana de combate, bajamos a los pueblos. Están devastados, y verlos en ruinas deja a uno sin palabras. Aún así, los rostros de las personas que encuentro están llenos de orgullo. Son ellos los verdaderos héroes, han resistido sin armas, han visto la desolación avanzar sobre ellos, y aún están en pie. No sé qué irá a pasar, podría morir mañana, aunque tal vez... tal vez aún haya esperanza.
Después de tres días de viaje, y dos horas de marcha montaña arriba, llegué junto a mis compañeros, casi en la cima del Monte Grappa.
Ahora nos han encargado proveer los suministros a la segunda línea. Noto, percibo a todos muy preocupados, el enemigo no deja de atacarnos con gas asfixiante. Un joven soldado pasa por mi lado, está mal herido, y deberán llevarlo inmediatamente al hospital de base.
Apenas se ha hecho noche y me pongo a escribir algunas líneas más; cuando el Capitán decide ponerse en marcha hacia la primera línea de combate. A pesar de estar en medio a las montañas, no se ven las estrellas, el cielo es sólo un gran manto oscuro. El manto de la muerte que nos rodea, y en el cual no queremos pensar demasiado. El terreno es fangoso, ha llovido los días anteriores, y muchos resbalan al caminar. Igual no es el único motivo. Están, estamos cansados, y con hambre. Es ya de madrugada cuando logramos meternos dentro una de las tantas galerías. Es demasiado pequeña y húmeda, pero es lo que hay.
De repente el fuego enemigo recomienza con un fuerte ataque. Debemos salir de aquí si no queremos se convierta en nuestra fosa común. Quienes nos combaten, los austríacos, no creen lo que ven, no esperaban resistencia, ni siquiera la más mínima. La galería ha comenzado a llenarse de muertos y heridos, el olor a la sangre y la pólvora me descomponen, aún si debería estar ya acostumbrado. No quedan casi oficiales de rango, y algunos de los soldados prueban a escapar. ¿Cómo juzgarlos? ¿Es de cobardes probar a huir de todo este infierno? No lo sé, es sólo que yo no puedo hacerlo. Y lo único que deseo es poder ver otro amanecer en los ojos de ella.
No sé cómo, si por milagro o qué, logramos contrarestar el avance enemigo. Hasta hemos hecho algún prisionero. Igual esto no vale el precio de nuestros muertos y heridos. Después de casi una semana de combate, bajamos a los pueblos. Están devastados, y verlos en ruinas deja a uno sin palabras. Aún así, los rostros de las personas que encuentro están llenos de orgullo. Son ellos los verdaderos héroes, han resistido sin armas, han visto la desolación avanzar sobre ellos, y aún están en pie. No sé qué irá a pasar, podría morir mañana, aunque tal vez... tal vez aún haya esperanza.
Es el número 08: Desarrolla un relato en el frente,
en la Primera Guerra Mundial, en concreto.)
Cartas que dieron información de como fue aquello, que son historias personales que nos ayudan a saber algo más. Sigo poco activa en el blog. brazo
ResponderBorrarLíneas que han hecho la verdadera historia.
BorrarNi lo digas Ester, yo estoy menos activa que vos, las entradas están todas programadas y paso sólo a responder apenas puedo.
Besotes y sigue disfrutando!
Ay Alma, me recordaste a todas las historias que contaba mi papá de la guerra, del miedo,del hambre, del peligro... y tenía solo 20 años! Es hermoso y devastador tu relato!
ResponderBorrarUn beso.
Aquí, donde yo vivo, esto sigue estando muy presente... ya verás Ale.
BorrarSmu@ckssssssssssssssssssssssssss!
En cualquier frente amiga mía... mientras respiremos, existe en el hálito lugar para la esperanza.
ResponderBorrarBonito relato Alma; besos.
No podías decirlo mejor... como siempre.
BorrarBesotes!
Siempre queda un halo de esperanza o de suerte...
ResponderBorrarPodrían serlas memorias de ese soldado que un día regresó a casa.
Besos.
Podrían ser Mag... de hecho me he informado, he leído un poco sobre las historias locales para escribir.
BorrarBesisssssssssssss hermosa!
Te felicito por traer este relato... es como estar allí sintiendo el terror y aun así confiar en ese rayo de esperanza.
ResponderBorrarMil besitos mi preciosa Alma y feliz semana ♥
Gracias Auro... no siempre es fácil escribir de ciertos temas sin caer en las obviedades.
BorrarBesotes infinitos...♥
Sin esperanza no creo se pueda sobrevivir en una guerra donde no queda mucho más a qué atenerse. Has plasmado bien ese histórico momento.
ResponderBorrarBesos dulces y dulce semana Alma.
Pienso como tú, Dulce... sin esperanzas no hubiesen salido de ese infierno y vuelto a ponerse en pie.
BorrarBesos grandes como el mar.
Difícil estar de un bando o del otro, porque como el narrador de esta historia, seguro hay otro desde el otro lado. La guerra siempre es perder y perder. Entiendo el honor y la gloria, pero hay otros métodos para llegar a eso aunque no lo parezca, y aunque las naciones no lo quieran ver.
ResponderBorrarIntenso relato. En definitiva el final es una gran reflexión.
Estoy de acuerdo que la guerra siempre es perder, y es lamentable que el ser humano, desde que el mundo es mundo, viva haciéndose la guerra.
BorrarMe alegra muchísimo volverte a leer por aquí Kadannek, yo apenas pueda estar más activa pasaré por el tuyo... besotes!!!
Nos mostraste las emociones del personaje.
ResponderBorrarMuy bien contado.
Besos, paisana
Es lo que intenté hacer, y me alegra si lo he logrado como dices entonces Demi...😊
BorrarBesotes paisano!