lunes, 16 de julio de 2018

Sandra había decidido que llevaría a Tomás al shopping. No que tuviese muchas ganas, pero debía hacerlo, debía encontrar el modo de hablar con él y quitar toda duda de su cabeza. Desde anoche, desde que a él se le “había escapado” decir eso mientras cenaban, ella no estaba tranquila. Sentía una campanilla sonar por allí al fondo, y todos los viejos fantasmas volver a este presente que ahora se hacía tan incierto.

Tomás estuvo listo enseguida luego de almorzar, y lo entusiasmaba la idea de ir al centro comercial. Sólo fue entrar para comenzar a detenerse en cada negocio que veían. Poco a poco fueron cargándose de bolsas y paquetes, parecía como si hubiese llegado el período de Navidad, pero en pleno mes de julio. Luego de casi dos horas dando vueltas por todos lados, ambos estaban agotados. Sandra supo que había llegado el momento de enfrentar la cuestión e invitó a Tomás a merendar allí, en el patio de comidas. A los dos les encantaba el café con leche, eso y una medialunas sería lo mejor para pasar el amargo trago que ahora les tocaba.

Apenas se sentaron y él dió unos sorbos de su taza; Sandra no quiso dar más vueltas al asunto, y encaró a Tomás casi a quemarropa.

¿Por qué ayer dijiste eso de papá? –preguntó y tomó la mano de él.
¿Qué? –respondió, realmente no sabía de lo que le estaba hablando su madre.
Que no está enamorado de mí... –dijo Sandra, sintiendo que la boca se le secaba, y lo que se le hunedecía eran los ojos.

La mirada de Tomás decía más que cualquier otra cosa. Con tan sólo sus seis años, había comprendido desde hacia tiempo lo que pasaba entre sus padres, pero no sabía cómo explicárselo a su madre. Una vez más pensaba que le gustaría quedarse pequeño, el mundo de los adultos era demasiado complicado para su gusto.


(Este relato pertenece a los "52 retos de 'El libro del Escritor'".
Es el número 39Pon la oreja en una conversación en la calle,
escríbela en forma de relato llenando los huecos.)


12 comentarios:

  1. Sigo de vacaciones, pero he pasado por mi casa y me he sentado al ordenador. Estas entradas del Libro del escritor siempre son estupendas. Un abrazote

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    1. La única estupenda aquí, sos vos Ester!!!
      No imaginas la sonrisa que me regalas a pasarte por mi playa aún estando de vacaciones!!!

      Besotes y seguí disfrutando!

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  2. Que duro este relato,y qué real es! Los niños tienen ese sexto sentido que los hace "ver" lo que nos empeñamos en ocultar.
    Precioso relato,sin exageraciones ni dramatismos.
    Me encanta como escribes!
    BESAZOS!

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    1. Nunca me ha gustado escuchar conversaciones ajenas, pero éste era el reto... y de un simple diálogo, ha nacido la historia... ¿quién sabe si no sería así?

      Ainsssssssssssss... y ya sabés...

      Smu@cksssssssssssssssssssssssssssssss!

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  3. Los niños son esponjas, mi querida Alma. Nunca dejará de sorprenderme su capacidad de conciencia y sensibilidad.
    Me ha encantado cómo lo has llevado.

    Mil besitos para tus sueños ♥

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    1. Lo sé, Auro... y ojalá nunca pierdas tu propia capacidad de asombrarte.

      Besotes infinitos!

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  4. Los niños son niños pero no tontos. Muchas veces, cuando nosotros vamos, ellos ya vuelven pero nos empeñamos en disfrazar la verdad de mentiras tontas que no siempre avocan en algo bueno.
    Hablar claro y de forma asertiva, cercana y mirando a los ojos... No hace falta más.

    Un beso enorme.

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    1. Exactamente... a veces los que pecamos de tontos somos los adultos, o los que supuestamente deberíamos ser "adultos"...

      Lo de hablar claro y mirando a los ojos es algo que nunca, nunca, debería olvidarse de hacer.

      Besissssssssssssssssssssssssss hermosa!

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  5. Cuando los adultos pensamos que a un niño no le afectará un hecho así nos equivocamos, porque son los primeros en sentir ese quiebre. Buena historia.

    Besos dulces y dulce semana Alma.

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    1. Yo creo que muchas veces los adultos utilizan a los niños como excusas... "por el bien de ellos... por no lastimar a los niños..." y lo único que realmente se tiene, es miedo.

      Gracias... besos grandes como el mar, Dulce.

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  6. Ay Alma mía... cuánto comprendo la anhelación de Tomás. De niña, sobre mis 12 años yo tampoco quería crecer nunca.

    Los adultos es cierto que lo enredamos todo demasiado... .

    Un beso preciosa,

    Noa

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    1. Nos...bonita... A veces creo que el tener muy presente estas cosas, cómo sentíamos de niños y/o adolescentes, nos ayude a mirar con otros ojos, a una mayor comprensión... ya verás, ya me contarás...

      Besotes y disfruta cada instante!

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