domingo, 29 de abril de 2018

Me levanto temprano, debo sorprenderlo. Aunque conociéndolo, eso no es sencillo.
Ya tengo preparado lo que vestiré. Por hoy dejaré mis jeans y me pondré faldas; sé cuánto a él le gustan. Me ha dicho hasta cansarse que una mujer se ve mucho más bella, mucho más femenina, con ellas que con pantalones. Y hoy le daré esa satisfacción.

Llego a su casa. No lo dice pero me estaba esperando. Me recibe con una sonrisa. Pero de las de él, porque él no sonríe con la boca, él sonríe con la mirada. No podría explicarlo, pero sus ojos, de ese color tan particular, entre verdes y grises, toman un brillo especial cuando lo hace.

¡Feliz cumpleaños! –digo, casi le grito; y me emociono cuando por toda respuesta, me abraza.
Gracias... –susurra que apenas lo escucho; noto que él también está emocionado.
¿Llego a tiempo para compartir un desayuno con Usted? –pregunto, a pesar de los años que nos conocemos nunca he podido dirigirme a él de otra forma. Yo lo preparo, ya he ido a buscar el pan para las tostadas...
Entonces a desayunar... –responde haciendo un gesto con la mano para que pase adelante.

Reímos. Sé que siendo un día especial podría haber comprado medialunas, o algunas galletitas particulares, o hasta masas. Pero no, no para él. Es el hombre más sencillo que jamás he conocido, y sé que las tostadas con miel acompañando el té serán perfectas.

Mientras se calienta el agua, preparo el resto. Le pregunto si ya ha leído el diario, y si hay alguna noticia que valga la pena. Alza las cejas y tarda pocos segundos en responderme que hace rato no hay algo en los periódicos que valga la pena. Por primera vez creo ver descepción en su rostro. Aún así prefiere no hablar del tema. En cambio, desea saber cómo va mi vida. A veces he tenido la sensación que ninguna otra persona puede escucharte con tanta atención como lo hace él. Y, aunque sepa lo que me dirá, me gusta preguntarle su opinión sobre diferente cuestiones. En sus respuestas he encontrado siempre una sabiduría arrolladora.

Llaman a la puerta; entre una cosa y otra ha volado la mañana. Lo veo iluminarse cuando escucha la voz de sus nietos. Todos y cada uno han llegado para festejar junto a él. Me quedo en parte, me gusta observarlo; y es que con él se aprende en cada mínimo detalle. El resto del día quedará entre nosotros, en la intimidad de la familia, en el recuerdo.

(Este relato pertenece a los "52 retos de 'El libro del Escritor'".
Es el número 18Imagina pasar un día con la persona que más admiras del mundo.)


No soy una de “admirar” personajes famosos o públicos; no completamente al menos. Esto es porque considero difícil admirar lo que no se conoce. Por eso es que he preferido escribir de alguien que sí conozco; por quien siento un profundo respeto, y un grandísimo amor. Quien desde siempre ha sido un ejemplo y alguien al cual admirar sinceramente. Para mí es un orgullo pertenecer a su familia, quererlo como a un padre y sentirme una hija para él. Por esto, y por mucho más que es difícil expresar en palabras:
¡Felices 88 años, Suegro!


Si quieres, déjame aquí tu huella...

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