Estábamos en las
afueras de la ciudad, estaba segura. No habían pasado ni diez minutos desde
cuando el vehículo donde me encontraba había tomado la ruta nord, la misma que
atravesaba toda la llanura. Otros tal vez no se hubiesen dado cuenta, pero yo
sí. Yo reconocía cada sonido, cada aroma u olor, cada mínimo detalle. Yo era
ciega.
A los pocos meses de
nacer, mis padres se dieron cuenta que tenía problemas. Pero no pudieron hacer
nada, antes de los seis años ya vivía en la más absoluta oscuridad. Igual eso
no fue un obstáculo, al contrario; fue lo que me permitió conocer el mundo de
una forma diferente al resto, de una manera más profunda. Por eso sabía que
habíamos ido hacia el noroeste. El aire era seco, y por la época del año, fin del
verano, olía a grano maduro.
También sabía, que de
las tres personas que estaban conmigo en el auto, dos eran hombres; y la
tercera, la que conducía, era mujer. Era ésta la que mandaba sobre los otros,
era la que daba las órdenes; pese a que hablaba poco, casi nada. Como si
tuviese miedo a que reconociera su voz. Como si me hiciera falta. Supe
inmediatamente quién era; la mezcla del perfume de su piel y el de sus
cabellos, era inconfundible. A pesar de los años que habían pasado de la última
vez que estuvimos juntas, jamás habría podido olvidarla.
Fue por ese motivo que
intuí dónde estábamos yendo; y el porqué. Y sabía, que fuera lo que fuera que
tenían planeado, si no escapaba en los próximos minutos, estaría muerta al
terminar el día.
Quisieron detenerse en
la estación de servicio. La única en kilómetros y kilómetros de nada, sólo
tierra. Lo recordaba porque allí paraba papá cuando íbamos a la casa del campo.
“Si no aprovechas
ahora Cris, luego no me detengo hasta llegar...”, decía siempre mi padre
tratando de parecer severo. Aunque ambos sabíamos que no era así. Al llegar,
ella venía a mi encuentro. Su piel perfumaba a jazmines y su pelo a agua de
lluvia. Flora, su mamá, decía que así brillaba más. En el mes que pasaba allí,
aparte de encargarse de la casa y las comidas como siempre; me preparaba el
baño, y también a mí me lavaba la cabeza con agua de lluvia. Como si yo también
fuera su hija.
Mi madre permanecía en
la ciudad. No le gustaba el campo, decía; y argumentaba que allí no había
nada... sin embargo, a mí me parecía todo lo contrario. Nada era lo que allí
faltaba.
Pedí ir al baño. Hacía
años que no pasaba por allí, y esperaba que no hubiese cambiado mucho desde
entonces. Tenía suerte, aunque suene irónico. Todo permanecía exactamente
igual. El baño era una letrina un poco apartada, y las maderas posteriores de
la casilla seguían estando flojas. Las separé tratando de no hacer ruido y pasé
entre ellas. Si algo debía agradecer a mi madre era el físico delgado; al menos
eso, algo es mejor que nada.
Debía correr a sud,
donde pasaba el arroyo y estaban los tubos de descarga. Me escondería allí.
Ninguno podría creer que una ciega pudiese hacerlo. Lo que no sabían es que no
era la primera vez. Aún recuerdo cuando había sido. La última que mi madre vino
a la casa del campo. Creo que sus gritos histéricos se oyeron hasta en la
ciudad.
“Nunca nadie me había
humillado de esta forma...”, le gritaba a mi padre en el camino de vuelta,
cuando eran menos de veinticuatro horas que habíamos llegado al campo. Yo tenía
apenas doce años, y esa vez Flora nos había recibido con una niña de meses en
sus brazos. La furia de mi madre fue instantánea. Y a mi padre no le quedó más
remedio que llevarla de regreso a la ciudad. De haber sabido que discutirían de
ese modo, no hubiese elegido acompañarlos. Por eso me escapé. Corrí por el
campo hasta el arroyo, y me escondí en el gran tubo de desagüe. Horas le llevó
a mi papá encontrarme. Esta vez esperaba que ninguno más lo hiciera.
No sé cuánto tiempo
había pasado, sólo sabía que ya era de noche. Ni los hombres ni la mujer habían
venido por mí. Se los oía un poco, -bastante-, inexpertos. Seguro habían
escapado también ellos. Siempre había creído en eso que la venganza es un plato
que se sirve frío. Y, para ser sincera, una vez que algo se enfría, pierde importancia, inclusive la venganza. Aunque era evidente que ella no se había enfriado.
Había pasado solamente un mes desde que mi madre, como única propietaria desde
la muerte de mi papá, vendiera la casa del campo. Sin importarle dejar en la
calle a una anciana y enferma Flora. No había tenido suficiente tiempo para
solucionar la situación antes de este maldestro intervento de ella, su hija... mi hermana.
Cris... Cris... –la voz
de él me sacó de mis pensamientos. ¿Dónde estás?
¡Amor! –grité saliendo
del tubo que me había servido de escondite.
¡Por Dios! –gimió
casi mientras sus brazos me sujetaban con fuerza; no hizo falta que me dijiera
que había temido perderme para siempre. Amor, ¿estás bien? ...ha sido una
suerte que tu madre recordara la vez que habías escapado por el campo...
Sí... una verdadera
suerte tener una madre así... –respondí con cierto sarcasmo en la voz. ¿Ella dónde está?
Ha preferido esperar
en casa, ya sabes cómo es... –me dijo sin dejar de abrazarme. Ya la llamarás al
llegar... y también me tendrás que decir cada detalle para saber quiénes te han
hecho esto.
Mi amor... –susurré, y
respiré profundo. No reconocí nada, ni a nadie... no tengo ni idea de nada...
sólo quiero volver a nuestra casa, nada más.
Mentí. En definitiva, si
de algo estaba segura, es que los hijos no deben pagar las culpas de los
padres. Y eso era lo que ella había hecho toda la vida, y no sería yo a hacerle
pagar algo más.
Es el número 24: Te han secuestrado y eres ciego. Tienes una hora para salir o estás muerto.)
Que intriga tiene tu historia, muy bien escrita, muy apegada a la consigna.
ResponderBorrarBesos, paisana.
Has hecho que sonría Demi...
BorrarBesotes paisano.
Tremendo relato, Almi. Me has tenido pegada hasta la última letra conteniendo el aire y dejándome con ganas demás. Al final, una empieza a respirar después de haber contenido el aliento.
ResponderBorrarUn beso enorme.
Gracias Mag... sabes que es todo un cumplido que mis letras te hayan hecho retener el respiro.
BorrarBesissssssssssssssss!
Qué buen relato… Desde el principio te atrapa en esa angustia y temor de lo que pueda suceder… Angustioso momento, y una decisión valiente.
ResponderBorrarMe encantó, mi querida Alma…
Abrazo enorme, y muy feliz semana! 💙
Sólo puedo agradecerte Gin... es siempre una bonita caricia tus palabras.
BorrarBesotes gigantes!
Has logrado atraparnos con esa prosa tan bien escrita y un tema de los más intrigante.
ResponderBorrarHa valido la pena leerte con tanto interés y detenimiento. Felicitaciones por el relato.
Dile a tu mamá que estaría encantada en invitarla a probar mi conserva de higos en almibar, están deliciosos.
Cariños.
kasioles
Kasioles!!!!!!!!!!!!! ...luego de volver a leerte en tu blog, hacerlo aquí es otra alegría que me das... gracias de ♥
BorrarMi mamá te ha leído y me ha pedido que te diga, que de estar cerca, con gusto aceptaría tu invitación... que te tejería un hermoso mantel a crochet para la mesa de tu "deliciosa" cocina.
Besotes enormes!!!
Ay, qué angustia! Me ha encantado adentrarme en tu relato,imaginar cada respiración agitada,el frío,el miedo,el no poder ver.
ResponderBorrarMuy bueno!
Un beso enorme!
Ale sabes que éste es el estilo de historias que me gustan... así que me alegro que te haya gustado...
BorrarSmu@ckssssssssssssssssssssssssss!
Me gustan mucho los relatos, escribes muy bien y se leen con interés. La angustia la sabes hacer creible. Un abrazo
ResponderBorrarEster harás que me ponga colorada... pero gracias, gracias de tanto afecto que desprenden siempre tus palabras.
BorrarBesotes!
Excelente, y eso es suficiente para este gran relato, un gran desarrollo que nos adentra poco a poco en el motivo de la historia.
ResponderBorrarBesos dulces Alma y dulce semana.
Sabes que el sólo hecho de que tú lo consideres así, es darme por hecha...
BorrarBesos grandes como el mar, Dulce.
No estoy de acuerdo en que la protagonista no denuncie esta acción, aunque entiendo su idea de liberar de culpas a esa generación, aún así me indigna. De todas formas me pareció muy entretenida, llena de suspenso y tensión, súper bien desarrollada.
ResponderBorrarLa venganza es triste y hasta patética, a decir verdad. Muy interesante de todos modos.
Entiendo tu posición Kadannek, pero creo también que la protagonista se sentía en deuda con la hermana, en nombre de un padre que nunca le había dado su lugar... quizás...
BorrarBesotes.
Alma preciosa, te felicito por este relato que me ha dejado sin aliento, es una historia que conmueve y con esa moraleja final. Grande lo narras y nos lo regalas.
ResponderBorrarMil besitos que te lleguen ♥
Ainssssssssssss Auro... dejarte a ti sin aliento sí que es un cumplido!!
BorrarBesotes infinitos preciosa...♥