lunes, 22 de octubre de 2018


Estábamos en las afueras de la ciudad, estaba segura. No habían pasado ni diez minutos desde cuando el vehículo donde me encontraba había tomado la ruta nord, la misma que atravesaba toda la llanura. Otros tal vez no se hubiesen dado cuenta, pero yo sí. Yo reconocía cada sonido, cada aroma u olor, cada mínimo detalle. Yo era ciega.

A los pocos meses de nacer, mis padres se dieron cuenta que tenía problemas. Pero no pudieron hacer nada, antes de los seis años ya vivía en la más absoluta oscuridad. Igual eso no fue un obstáculo, al contrario; fue lo que me permitió conocer el mundo de una forma diferente al resto, de una manera más profunda. Por eso sabía que habíamos ido hacia el noroeste. El aire era seco, y por la época del año, fin del verano, olía a grano maduro.

También sabía, que de las tres personas que estaban conmigo en el auto, dos eran hombres; y la tercera, la que conducía, era mujer. Era ésta la que mandaba sobre los otros, era la que daba las órdenes; pese a que hablaba poco, casi nada. Como si tuviese miedo a que reconociera su voz. Como si me hiciera falta. Supe inmediatamente quién era; la mezcla del perfume de su piel y el de sus cabellos, era inconfundible. A pesar de los años que habían pasado de la última vez que estuvimos juntas, jamás habría podido olvidarla.

Fue por ese motivo que intuí dónde estábamos yendo; y el porqué. Y sabía, que fuera lo que fuera que tenían planeado, si no escapaba en los próximos minutos, estaría muerta al terminar el día.

Quisieron detenerse en la estación de servicio. La única en kilómetros y kilómetros de nada, sólo tierra. Lo recordaba porque allí paraba papá cuando íbamos a la casa del campo.

Si no aprovechas ahora Cris, luego no me detengo hasta llegar...”, decía siempre mi padre tratando de parecer severo. Aunque ambos sabíamos que no era así. Al llegar, ella venía a mi encuentro. Su piel perfumaba a jazmines y su pelo a agua de lluvia. Flora, su mamá, decía que así brillaba más. En el mes que pasaba allí, aparte de encargarse de la casa y las comidas como siempre; me preparaba el baño, y también a mí me lavaba la cabeza con agua de lluvia. Como si yo también fuera su hija.

Mi madre permanecía en la ciudad. No le gustaba el campo, decía; y argumentaba que allí no había nada... sin embargo, a mí me parecía todo lo contrario. Nada era lo que allí faltaba.

Pedí ir al baño. Hacía años que no pasaba por allí, y esperaba que no hubiese cambiado mucho desde entonces. Tenía suerte, aunque suene irónico. Todo permanecía exactamente igual. El baño era una letrina un poco apartada, y las maderas posteriores de la casilla seguían estando flojas. Las separé tratando de no hacer ruido y pasé entre ellas. Si algo debía agradecer a mi madre era el físico delgado; al menos eso, algo es mejor que nada.

Debía correr a sud, donde pasaba el arroyo y estaban los tubos de descarga. Me escondería allí. Ninguno podría creer que una ciega pudiese hacerlo. Lo que no sabían es que no era la primera vez. Aún recuerdo cuando había sido. La última que mi madre vino a la casa del campo. Creo que sus gritos histéricos se oyeron hasta en la ciudad.

Nunca nadie me había humillado de esta forma...”, le gritaba a mi padre en el camino de vuelta, cuando eran menos de veinticuatro horas que habíamos llegado al campo. Yo tenía apenas doce años, y esa vez Flora nos había recibido con una niña de meses en sus brazos. La furia de mi madre fue instantánea. Y a mi padre no le quedó más remedio que llevarla de regreso a la ciudad. De haber sabido que discutirían de ese modo, no hubiese elegido acompañarlos. Por eso me escapé. Corrí por el campo hasta el arroyo, y me escondí en el gran tubo de desagüe. Horas le llevó a mi papá encontrarme. Esta vez esperaba que ninguno más lo hiciera.

No sé cuánto tiempo había pasado, sólo sabía que ya era de noche. Ni los hombres ni la mujer habían venido por mí. Se los oía un poco, -bastante-, inexpertos. Seguro habían escapado también ellos. Siempre había creído en eso que la venganza es un plato que se sirve frío. Y, para ser sincera, una vez que algo se enfría, pierde importancia, inclusive la venganza. Aunque era evidente que ella no se había enfriado. Había pasado solamente un mes desde que mi madre, como única propietaria desde la muerte de mi papá, vendiera la casa del campo. Sin importarle dejar en la calle a una anciana y enferma Flora. No había tenido suficiente tiempo para solucionar la situación antes de este maldestro intervento de ella, su hija... mi hermana.

Cris... Cris... –la voz de él me sacó de mis pensamientos. ¿Dónde estás?
¡Amor! –grité saliendo del tubo que me había servido de escondite.
¡Por Dios! –gimió casi mientras sus brazos me sujetaban con fuerza; no hizo falta que me dijiera que había temido perderme para siempre. Amor, ¿estás bien? ...ha sido una suerte que tu madre recordara la vez que habías escapado por el campo...
Sí... una verdadera suerte tener una madre así... –respondí con cierto sarcasmo en la voz. ¿Ella dónde está?
Ha preferido esperar en casa, ya sabes cómo es... –me dijo sin dejar de abrazarme. Ya la llamarás al llegar... y también me tendrás que decir cada detalle para saber quiénes te han hecho esto.
Mi amor... –susurré, y respiré profundo. No reconocí nada, ni a nadie... no tengo ni idea de nada... sólo quiero volver a nuestra casa, nada más.

Mentí. En definitiva, si de algo estaba segura, es que los hijos no deben pagar las culpas de los padres. Y eso era lo que ella había hecho toda la vida, y no sería yo a hacerle pagar algo más.

(Este relato pertenece a los "52 retos de 'El libro del Escritor'".
Es el número 24Te han secuestrado y eres ciego. Tienes una hora para salir o estás muerto.)

18 comentarios:

  1. Que intriga tiene tu historia, muy bien escrita, muy apegada a la consigna.
    Besos, paisana.

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  2. Tremendo relato, Almi. Me has tenido pegada hasta la última letra conteniendo el aire y dejándome con ganas demás. Al final, una empieza a respirar después de haber contenido el aliento.

    Un beso enorme.

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    1. Gracias Mag... sabes que es todo un cumplido que mis letras te hayan hecho retener el respiro.

      Besissssssssssssssss!

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  3. Qué buen relato… Desde el principio te atrapa en esa angustia y temor de lo que pueda suceder… Angustioso momento, y una decisión valiente.
    Me encantó, mi querida Alma…

    Abrazo enorme, y muy feliz semana! 💙

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    1. Sólo puedo agradecerte Gin... es siempre una bonita caricia tus palabras.

      Besotes gigantes!

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  4. Has logrado atraparnos con esa prosa tan bien escrita y un tema de los más intrigante.
    Ha valido la pena leerte con tanto interés y detenimiento. Felicitaciones por el relato.
    Dile a tu mamá que estaría encantada en invitarla a probar mi conserva de higos en almibar, están deliciosos.
    Cariños.
    kasioles

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    1. Kasioles!!!!!!!!!!!!! ...luego de volver a leerte en tu blog, hacerlo aquí es otra alegría que me das... gracias de ♥
      Mi mamá te ha leído y me ha pedido que te diga, que de estar cerca, con gusto aceptaría tu invitación... que te tejería un hermoso mantel a crochet para la mesa de tu "deliciosa" cocina.

      Besotes enormes!!!

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  5. Ay, qué angustia! Me ha encantado adentrarme en tu relato,imaginar cada respiración agitada,el frío,el miedo,el no poder ver.
    Muy bueno!
    Un beso enorme!

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    1. Ale sabes que éste es el estilo de historias que me gustan... así que me alegro que te haya gustado...

      Smu@ckssssssssssssssssssssssssss!

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  6. Me gustan mucho los relatos, escribes muy bien y se leen con interés. La angustia la sabes hacer creible. Un abrazo

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    1. Ester harás que me ponga colorada... pero gracias, gracias de tanto afecto que desprenden siempre tus palabras.

      Besotes!

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  7. Excelente, y eso es suficiente para este gran relato, un gran desarrollo que nos adentra poco a poco en el motivo de la historia.

    Besos dulces Alma y dulce semana.

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    1. Sabes que el sólo hecho de que tú lo consideres así, es darme por hecha...

      Besos grandes como el mar, Dulce.

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  8. No estoy de acuerdo en que la protagonista no denuncie esta acción, aunque entiendo su idea de liberar de culpas a esa generación, aún así me indigna. De todas formas me pareció muy entretenida, llena de suspenso y tensión, súper bien desarrollada.
    La venganza es triste y hasta patética, a decir verdad. Muy interesante de todos modos.

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    1. Entiendo tu posición Kadannek, pero creo también que la protagonista se sentía en deuda con la hermana, en nombre de un padre que nunca le había dado su lugar... quizás...

      Besotes.

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  9. Alma preciosa, te felicito por este relato que me ha dejado sin aliento, es una historia que conmueve y con esa moraleja final. Grande lo narras y nos lo regalas.

    Mil besitos que te lleguen ♥

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    1. Ainssssssssssss Auro... dejarte a ti sin aliento sí que es un cumplido!!

      Besotes infinitos preciosa...♥

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