Nuevamente el trabajo lo llevaba lejos. Era un viaje como tantos
otros; o eso pensaba hasta que ella se sentó a su lado.
Le bastó cruzar la mirada con esos ojos oscuros como una noche sin
luna, para saber que ese sería un vuelo especial. La vista de su escote; ese
modo de cruzar las piernas al sentarse, y esa forma de morderse el labio, eran
una clara declaración de intenciones. Y él no pensaba en otra cosa que cumplir
a todas y cada una de ellas.
Llevaban algunas horas en vuelo, y sólo se habían rozado las manos
cuando trajeron la cena. Ella lo había provocado todo el tiempo, pero ese juego
lo excitaba, y sabía que a ella también, aunque no hubiese pronunciado una sola
palabra. Hasta el momento en el que apagaron todas las luces.
¿Me dejaría pasar? ...necesito ir a la toilet. –susurró tan cerca
de él que hizo que la piel de su cuello, de todo su cuerpo, se erizara.
Obviamente... –respondió, sonriendo de lado.
Él se puso en pie, y ella le pasó delante contoneando sus caderas,
casi tocando su entrepierna. Esperó dos minutos, mientras veía la curva que
hacía su espalda en ese punto que lo hacía enloquecer, y la siguió. Había
dejado la puerta sin el pestillo y cuando entró, ella ya se había quitado su
vestido negro, estaba sin sujetador; y mirándolo fijo. Bloqueó la puerta,
desabrochó uno a uno los botones de su jeans, y sin mediar palabra, la giró y
la penetrò. Sintió su sexo abrirse paso dentro ella, y mordió su hombro. Sus
gemidos eran tan fuertes que temió se escucharan fuera del minúsculo baño. Por
mucho tiempo esa había sido sólo una fantasía y ahora estaba a punto de
explotar dentro de ella, allí, en mitad del vuelo.
Perdieron la cognición del tiempo, hasta que sintieron calmarse
los espasmos de los propios orgasmos. Ella sonreía de forma única mientras él
continuaba a mirarla en el espejo.
¿Entiendes ahora por qué te digo que tu fotografía más bella es la
que tomo con mis retinas? –le dijo besándole el cuello en tanto que ella se
volvía a vestir. Belleza es tu rostro cuando me donas tu orgasmo.
Te amo... –respondió girándose y saliendo del baño, aún quedaban
más de seis horas de vuelo antes de llegar a Buenos Aires.
Este texto ha sido escrito para la iniciativa de Gin;
Aprovecho la ocasión para agradecerle a ella tanto trabajo y tanta dedicación,
y, sobre todo, su gran amistad.
Por eso, ahora que has leído este relato, te invito a comentarlo allí
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Gracias por todo, Gin!