martes, 30 de abril de 2019

Vuelo

Pensé que definitivamente ese viaje sería interminable...

Apenas llegé al aeropuerto de Heathrow, mi vuelo había sido suspendido hasta nuevo aviso; eso sumado a las horas que aún me faltaban para llegar a mi destino, no hacían que estuviese de muy buen humor. Decidí tomármelo con calma, respiré profundamente y me senté en una de las butacas. Me pondría a leer o escucharía algo de música. El aeropuerto estaba practicamente vacío, sin embargo él se sentó frente a mí.

Era un hombre atractivo, sin dudas, las miradas de las mujeres –pocas– que había alrededor, eran todas para él. Cabellos muy cortos, muy prolijo; algunas canas que le daban ese encanto de la madurez. Bien vestido, traje oscuro, Prada o Armani, seguramente. No podía dejar de observarlo, aunque él ni se dignó a devolverme la mirada una sola vez. Sacó una agenda y comenzó a escribir algo. Sus manos, cuidadas, perfectas… y de repente, no pude más que imaginarlas sobre mi cuerpo. Decidí ir por un café, debía despejarme; ese desconocido estaba despertando todas mis fantasias. Yo, que generalmente soy considerada un poco fría y distante, estaba probando una extraña excitación.

Volví con mi café y empecé a leer; él seguía allí, en sus cosas. Comencé a observarlo otra vez, como si tuviese un imán al que no podía sustraerme. Sus piernas cruzadas. Su camisa un poco abierta. Su cuello tan masculino. En ese instante alzó la vista y nuestras miradas se cruzaron. Él hizo una media sonrisa y automáticamente me mordí el labio, mientras mi pulso se disparaba. Me sentí arder, y sentí arder también sus ojos oscuros recorriendo mi piel. Nerviosa me levanté, recogí mis cosas rápidamente y me fui hasta el baño.

No había nadie… mejor. Abrí el grifo, dejé correr el agua fresca por mis manos y cerré los ojos. Hasta que escuché cerrar la puerta con llave a mis espaldas. Ahora era él quien me observaba a través del espejo. No me moví. No sentí temor sino deseo. Se acercó lentamente por detrás y se apretó a mi cuerpo. Recogió mis cabellos, haciendo que inclinase el cuello, que besó… mordió. Sus manos abrieron mi camisa y sujetaron mis pechos, sacándolos del sujetador. Sentía su excitación presionando mis nalgas. Levanté mi falda y llevé su mano a mi entrepierna, quería sintiera lo que me estaba provocando.

Hundió sus dedos en mi sexo; entraba y salía de él lentamente. Comencé a gemir y sentía esos espamos que preanunciaban mi orgasmo. Se abrió el pantalón y sentí cómo frotaba su miembro contra mi culo. Con un moviemiento delicado pero decidido, me giró e hizo que me sentara sobre el mármol. Me penetró enredando sus manos en mis cabellos. Su lengua hambrienta recorría mi boca con la misma intensidad con la que sus caderas me embestían. Mi calor lo envolvía y hacía que desapareciera dentro de mí. Ambos vibrábamos al mismo ritmo acompasado. Por momentos se detenía, dejándome empalada en su virilidad; para luego retomar con más énfasis.

Y finalmente, su voz. Un susurro… un pedido en mi oído… “…acaba conmigo…”. No hizo falta más. Sentí su caliente hombría llenando mis entrañas, en el preciso instante que me derramaba en un inevitable orgasmo.

Nuestras respiraciones comenzaban a calmarse cuando escuché el anuncio de mi vuelo. Nos miramos a los ojos, él esbozó otra vez una media sonrisa y yo, yo después de todo, me sonrojé como una adolescente que había cometido su primera gran trasgresión. Me arreglé; tomé mis cosas, y salí del baño dejándolo allí. Me dirigí a la puerta de embarque, no deseaba pensar en lo que acababa de ocurrir. Luego de unos minutos ya estaba en mi asiento. Faltaba poco para el despegue y parecía que viajaría sola; nadie llegaba para sentarse a mi lado. Miraba por la ventanilla cuando oí a la azafata indicar mi fila. Levanté la vista… era él.

Me corrijo, ese viaje definitivamente no sería interminable, sino inolvidable.




(Relato presentado al concurso de "El Tintero de Oro"
Para leer los restantes participantes te invito a pasar por aquí.)

jueves, 25 de abril de 2019

En estos días he pensado dónde subir los detalles, los regalos que me han llegado por mi cumpleaños... y ¿qué sitio mejor que esta playa?

Este sitio más que cualquier otro que he creado, es mi casa, es mi rincón, es mi refugio... por ello todas esas demostraciones de afecto que me han llegado en este día, aquí encontraron su lugar...

...de Auro, con su infinito cariño...

...de Gin, con toda esa fuerza que la caracteriza...

...de Dulce, siempre un Caballero...

...de Ale, mi amiga y mi Luna especial...

...de Ivel, mi niña especial...

...de Mag, la que siempre, siempre 'está'...

...de María Dorada, mi querida Perlita...


...a todos y cada uno les digo "GRACIAS",
aunque siempre me parezca una palabra muy chiquita para representar la gran emoción que me provocan con cada uno de vuestros gestos; el orgullo que siento al poder contarlos como mis 'amigos', mis compañeros de letras... gracias por esto y, sobre todo, por la amistad y el afecto que día a día me dan a manos llenas; de verdad espero merecer este gran honor...

...de nuevo gracias;
así, con ustedes, dan ganas de cumplir años todos los días!!!


Les dejo la canción que me regaló Ivel, ella eligió la versión en español (aquí)
y ahora yo les subo la 'original'...



...gracias por tanto, de verdad
...con todo mi corazón, gracias
smu@ckssssssssssssssss!

domingo, 21 de abril de 2019


Hoy, exactamente ahora, son cuarenta y tres... ni uno más ni uno menos.
Quince mil seiscientos noventa y cinco días con cada una de sus noches.
Trescientas setenta y seis mil seiscientas ochenta horas vividas plenamente.
Veintidós millones seiscientos mil ochocientos minutos de experiencias, emociones, recuerdos.
Y ¿ahora? ...ahora sigo, porque no importan los años siempre tendré un sueño por cumplir.


En una noche porteña de 43 años atrás,
comenzaba esta aventura llamada vida...
...y aún queda mucho por bailar ¿vienes?




(Este microrelato pertenece a “Reto: 5 líneas” propuesto por Adella Brac.
Las palabras son las de los meses de Abril: sueño - millones - cada.)

lunes, 15 de abril de 2019

Día y noche


El último tímido rayo de sol iluminaba su rostro. Ese día también llegaba a su fin; podía posar el libro y prepararse. Comenzaba su momento favorito: la noche.


Se había pasado casi cuarenta años intentando ser la hija perfecta, la nieta perfecta, la amiga perfecta, la madre perfecta, la mujer perfecta... y ya estaba bien. De ahora en más, sería la perfecta imperfecta. Conocía sus pocas virtudes y sus muchos defectos, y finalmente se había aceptado, aún con sus pequeñas debilidades. Por fin, amparada en la oscuridad de la noche, podía maullar como la gata que sentía latir dentro suyo.




(Este microrelato pertenece a la iniciativa "Escribir jugando"
y ésta es organizada por Lídia desde su blog: "El Blog de Lídia".
Ésta es la propuesta para el mes de abril.)

jueves, 11 de abril de 2019


He llegado tarde, lo sé... pero apenas ví la propuesta de este jueves,
la inspiración me llegó pensando en ti, Gin...
...así que, aún con un poco de retraso, espero te guste tu regalo;
yo te digo otra vez "gracias", por ser y estar, de verdad;
eres un ser espléndido y es un honor ser tu amiga.



(Este texto/imagen pertenece a los "Relatos Jueveros"
y esta semana la convocatoria fue hecha por Mag desde su blog: "La trastienda del Pecado".
Te invito a leer el resto de los participantes aquí!)

jueves, 4 de abril de 2019

La última vez

Estaba allí sentada mirando la gente pasar pero no viendo nada. No sabía cuánto tiempo llevaba ahí, ni cómo había llegado. Ni siquiera recordaba muy bien el porqué, en realidad, se encontraba en esa situación. O sí. Por eso no sabía tampoco si partir e irse de una vez y para siempre; o si levantarse y volver definitivamente; o si esperar, continuar a esperar. Pero, ¿esperar qué? ¿esperar a quién?

La verdad era que hacía meses que esperaba. Esperaba que se diera cuenta; esperaba despertar no sintiéndose insatisfecha; esperaba escuchar algo más que meras insinuaciones. Esperaba y esperaba. Creo se había pasado más de media vida esperando. Como si la responsabilidad de lo que le sucedía hubiese podido dársela a algún otro; nunca a sí misma.

Nadie pareció darse cuenta. Ni el hombre de traje, que haciéndose el interesante la observaba y sonreía de lado; ni la mujer que estaba a su lado, notablemente fastidiosa. Mucho menos la niña que jugaba de manera distraída casi sobre sus pies. Pero ella sí; ella lo supo desde el inicio.

Se puso en pie, sujetó su cabello en la nuca, acomodó su bolso en el brazo izquierdo; y comenzó a caminar. Se marchó de allí sin mirar atrás. Las puertas automáticas se abrieron y tomó aire a pleno pulmón, casi como si tuviese que viajar lejos. Y es que, en cierta forma, así era. Comenzaría el viaje más largo: el viaje de su propia vida. Esta vez ya no dejaría que nadie más condujera; lo haría ella misma. Sólo ella.

Habían existido muchas primeras veces; pero ésta no sería la crónica de otra de esas que nunca, al final, se concluyen. No. Ésta era, sin dudas, la crónica de su última vez. La última vez que ella había dejado las riendas de su propia vida en manos de alguien más. Ahora, finalmente, lo único que algunos verían, sería su espalda mientras se alejaba.

(Este relato pertenece a los "Relatos Jueveros"
y esta semana la convocatoria fue hecha por Neogéminis desde su blog: "Neogéminis".
Te invito a leer el resto de los participantes aquí!)

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