Pensé que
definitivamente ese viaje sería interminable...
Apenas llegé al
aeropuerto de Heathrow, mi vuelo había sido suspendido hasta nuevo aviso; eso
sumado a las horas que aún me faltaban para llegar a mi destino, no hacían que
estuviese de muy buen humor. Decidí tomármelo con calma, respiré profundamente
y me senté en una de las butacas. Me pondría a leer o escucharía algo de música.
El aeropuerto estaba practicamente vacío, sin embargo él se sentó frente a mí.

Volví con mi café y
empecé a leer; él seguía allí, en sus cosas. Comencé a observarlo otra vez,
como si tuviese un imán al que no podía sustraerme. Sus piernas cruzadas. Su
camisa un poco abierta. Su cuello tan masculino. En ese instante alzó la vista
y nuestras miradas se cruzaron. Él hizo una media sonrisa y automáticamente me
mordí el labio, mientras mi pulso se disparaba. Me sentí arder, y sentí arder
también sus ojos oscuros recorriendo mi piel. Nerviosa me levanté, recogí mis
cosas rápidamente y me fui hasta el baño.
No había nadie… mejor.
Abrí el grifo, dejé correr el agua fresca por mis manos y
cerré los ojos. Hasta que escuché cerrar la puerta con llave a mis espaldas. Ahora
era él quien me observaba a través del espejo. No me moví. No sentí temor sino
deseo. Se acercó lentamente por detrás y se apretó a mi cuerpo. Recogió mis
cabellos, haciendo que inclinase el cuello, que besó… mordió. Sus manos
abrieron mi camisa y sujetaron mis pechos, sacándolos del sujetador. Sentía su
excitación presionando mis nalgas. Levanté mi falda y llevé su mano a mi
entrepierna, quería sintiera lo que me estaba provocando.

Y finalmente, su
voz. Un susurro… un pedido en mi oído… “…acaba
conmigo…”. No hizo falta más. Sentí su caliente hombría llenando mis
entrañas, en el preciso instante que me derramaba en un inevitable orgasmo.
Nuestras respiraciones
comenzaban a calmarse cuando escuché el anuncio de mi vuelo. Nos miramos a los ojos,
él esbozó otra vez una media sonrisa y yo, yo después de todo, me sonrojé como
una adolescente que había cometido su primera gran trasgresión. Me arreglé;
tomé mis cosas, y salí del baño dejándolo allí. Me dirigí a la puerta de
embarque, no deseaba pensar en lo que acababa de ocurrir. Luego de unos minutos
ya estaba en mi asiento. Faltaba poco para el despegue y parecía que viajaría
sola; nadie llegaba para sentarse a mi lado. Miraba por la ventanilla cuando oí
a la azafata indicar mi fila. Levanté la vista… era él.
Me corrijo, ese
viaje definitivamente no sería interminable, sino inolvidable.
(Relato presentado al concurso de "El Tintero de Oro"
Para leer los restantes participantes te invito a pasar por aquí.)