Llovía, no demasiado, pero lo suficiente para ponerla nerviosa. Se
había tomado la tarde libre; necesitaba prepararse. Iniciaba a pensar que
encontrarlo era una locura. ¿Cómo se le había ocurrido? Era como aceptar
caramelos de un desconocido..., o peor. Pero él había despertado su curiosidad,
eran meses que la provocaba. Y ahí estaba. Como las gotas de esa lluvia que se
colaba tras el paragüa y su rostro, deseaba dejarse ir, a abandonar cada
prejuicio. Y allí estaba, delante de un elegante edificio en pleno centro de la
ciudad. Tomó el ascensor. Llegó hasta la puerta del departamento, estaba apenas
apoyada; dejó su paragüas y abrió.
Adelante... –su voz profunda la hizo temblar.
Atravesó el umbral. Toda su seguridad se había diluido con el
“clack” de la puerta cerrándose a su espalda. Se apoyó en ella, mientras esperaba
que él la llamara o algo. Sin embargo, sólo el rumor de la lluvia contra los cristales de la habtación rompía ese silencio. Comenzó a caminar, y
se dió cuenta de hacerlo en puntas de pie. Las manos heladas aún dentro los
bolsillos del tapado. Entonces lo vió.
Él estaba sentado en un ángulo de la habitación. Debajo de una
lámpara de pie que apenas lo iluminaba, y con un vaso de algo en la mano.
Haz aquello que deseas... –dijo sin agregar más.
Sin saber cómo, y de manera totalmente natural, se quitó el
tapado, dejándolo caer por sus hombros hasta los pies. Había elegido un vestido
negro, corto y enlazado al cuello, en modo de tener la espalda al descubierto.
Caminó lentamente hasta el sillón dónde estaba él, parándose delante sin decir
una palabra. Sintió sus manos subiendo por sus piernas, acarició sus muslos, se
sobresaltó cuando una de ellas se apoyó por completo en su pubis y sus dedos
separaron sus labios.
Me gusta que estés ya así de húmeda... –dijo mientras se alzaba y
se llevaba la mano a su boca. Y también me gusta tu sabor...
Instintivamente se acercó más a él e inició a desabrocharle la
camisa. La invadió su perfume, pasó sus manos por su nuca y..., él temblo,
quiso simularlo, pero ella lo notó. Continuó a desvestirlo, sin dejar de
observarlo. Él sentía sus ojos y le mantuvo la mirada, llevando sus manos al
cuello de ella, para desabrochar su vestido, dejándola sólo con la lencería.
Ella comenzó a bajar besando su pecho, su vientre, deteniéndose a
la altura de su sexo. Excitado, erecto..., tanto que casi no estaba dentro del
pantalón. Lo desabrochó y bajó junto con el boxer. Él sonrió, seguro que ella
lo observaba..., y había adivinado. Se sentó nuevamente sobre el sofá, haciendo
que ella lo hiciera sobre él.
Las manos de él recorrieron su espalda, y las de ella se enredaron
en sus cabellos. Lamió el lóbulo de su oreja.
Hazme tuya... –susurró. Muero de deseo... Te deseo.
Él besó su cuello bajando hasta el seno, liberándolo del
sujetador. Tomó posesión uno a uno de sus pezones con los dientes,
mordisqueándolos, succionándolos. Su mano corrió las bragas de ella, la alzó
apenas, lo suficiente para penetrarla. Lentamente. La hizo subir y bajar por su
virilidad, disfrutando en ver sus gestos de placer, en oír sus gemidos. Ella
clavó las uñas en sus hombros, aumentando la intensidad de los movimientos. Él
sintió como ella se contraía entorno a su sexo y la tomó por el cabello.
Eres mía... –dijo en su oído. Y desde hace mucho tiempo. Sino no
estarías aquí.
En ese preciso instante su hombría quemó sus entrañas mezclándose
con la esencia que ella derramaba. Pasaron unos minutos para que sus latidos y
respiración se calmaran.
Ella se alzó lentamente, e inició a vestirse. Él hizo lo mismo,
ajustándose los pantalones se detuvo a observarla.
Quédate esta noche... –y su tono de voz era apenas más alto que un
susurro. Quédate conmigo...
Ella se giró, mirándolo a los ojos, terminó de vestirse y le
respondió.
No. –se acercó a su oído. Me voy, porque yo no tengo dueño, pero
tú..., tú eres mío.
Salió de esa habitación, del edificio. Continuaba a llover. No importaba,
ya no. Ni siquiera abrió el paragüas, así dejaría que esa agua mojara su rostro,
su cuerpo entero. Y sonrió, ya no estaba nerviosa; finalmente había sido como la
lluvia; finalmente había sido ella. Simple y auténtica, ella.
Éste particularmente corresponde a la semana uno:
"Lluvia".
¡Lluvia! La lluvia debe ser la gran fuente de inspiración para esta semana. Tu protagonista o protagonistas, están bajo la lluvia esperando algo o alguien ¿Qué es lo que esperan?)