Podría iniciar esta especie de carta de despedida diciendo todo
aquello que se perdió en 17 años de silencio. Podría hablar de mis motivos y de
los que creo fueron los tuyos. Podría hasta filosofar sobre el orgullo, porque
tal vez de eso se trató todo... pero no, no lo haré. Y no lo haré porque
prefiero recordarte de otro modo.
Prefiero recordarte cuando abro las ventanas de mi habitación por
las mañanas y hago la cama... “...debes estirar bien, muy bien esas sábanas, no
pueden quedar arrugas...”. Cuando estoy por planchar las camisas de él... “...el
cuello, controla siempre el cuello, que esté bien derechito...”. Cuando es
verano y escucho las chicharras, entonces vuelvo a ser niña y me veo a pies
descalzos, escabulliéndome porque no quiero dormir la siesta. Y también cuando
es invierno porque es verdad... “...para el frío nada mejor que un buen plato
de sopa...” ...aunque vos nos la hacías hasta cuando habían 35° a la sombra! Prefiero
recordar cada Navidad, cada cumpleaños, cada fiesta, y cada singular domingo al
mediodía; porque no importaba qué pasara el resto de los días, la familia se
reunía a una misma mesa... y eso, eso era la felicidad.
Elijo creer que todo tiene un porqué, que de todo se aprende. A mí
me llevó 17 años volver a vos, derrumbar muros y mirarte a los ojos. Tal vez
hayan quedado muchas cosas por decirnos, unas disculpas flotando en el aire... pero
siento que ya no tiene sentido, ya no hace falta, porque en el momento que
estuve frente vos, en ese preciso momento tu corazón sí me reconoció y lo
supo... Y lo hizo cuando tu mano secó una vez más mis lágrimas... una última
vez.
...esta semana, allá por mis tierras, se ha celebrado el "Día del amigo"; por lo cual en un primer momento había pensado a un clásico "Friends will be friends" de Queen... y aunque es una de mis bandas favoritas, hay una canción que significa aún más para mí... sobre todo en la distancia; que es sólo física, porque los verdaderos amigos hacen parte de uno, y están siempre, de una manera u otra.
Y como todos los días son buenos para festejar junto con un amigo, yo hoy lo hago con vos...
Quien me conoce sabe que una de mis grandes pasiones es la música. Haga lo que haga necesito estar escuchándola, algo debe sonar. Hasta es más, creo que cada momento de mi vida tiene una canción, como si fuera la "banda sonora" de una película. Por eso, cuando supe de esta iniciativa me gustó muchísimo, y en la medida de lo posible, trataré de participar.
Inicio con una canción que desde siempre me ha emocionado, el porqué no lo sé... desde niña, sin siquiera entender lo que decía, esta canción me erizaba la piel y me sacaba una lágrima... años después, viviendo en estas tierras, comprendí lo que decía y sigue produciendo el mismo efecto...
te hacen olvidar las palabras, confunden los pensamientos.
Así se vuelve todo pequeño,
también las noches allá en América,
te giras y ves tu vida como el rastro de un hélice.
Pero sí, es la vida que termina,
pero él no pensó en ello tanto más
más bien se sentía ya feliz
y recomenzó su canto.
jueves, 14 de julio de 2016
Finalmente había dormido toda la noche, sin esas interminables
vueltas de un lado a otro entre las sábanas ni esos sudores de madrugada. La
brisa del mar entraba por las ventanas del cuarto, junto a los rayos de sol de
esas primeras horas.
Se desperezó como si fuera un felino, se alzó y sonrió, convencido
que iniciaría a disfrutar de sus tan merecidas vacaciones. Luego de la ducha se
dirigió a la cocina a prepararse el café, y de repente tuvo una extraña
sensación, había algo que no lograba recordar. Escuchó voces y risas
provenientes de la playa, y esa sensación desapareció al momento.
Mientras saboreaba su café y alguna galleta, controló sus mails
desde el celular... era demasiado obsesivo como para dejar pasar un entero mes
sin saber qué ocurría en la oficina. Y allí estaba nuevamente... tenía la
certeza de que debería recordar algo, pero no lograba saber qué. Sacudió la
cabeza, como si aquel gesto pudiese poner orden en ella. Apagó el celular, guardó
todo y fue a la playa. Pasaría allí toda la jornada.
En esos diez primeros días, el sol ya había bronceado su cuerpo
con ese color dorado que tanto lo favorecía. Pero en ningún momento lo había
abandonado esa pregunta que ya taladraba su ser... ¿qué sería aquello que debía
recordar?
Al caer el sol volvió a su casa, relajado, sereno. Se duchó nuevamente
para quitar el salitre de su piel. Preparó algo sabroso y se acomodó delante de
la tv. Mirar los canales de deportes sin ningún tipo de interrupción era un
placer que no se dejaría pasar.
Fumó el último cigarrillo del día y fue a dormir. Aún no había
podido recordar qué era aquello que persistía en hacerle eco dentro. Se dijo
así mismo que si no lo recordaba, era porque no debería tener demasiada importancia.
Se colocó sólo el pantalón de su pijama a rayas y se acostó. Tranquilo, sin
recordar...
...él ya la había olvidado.
(Estas letras pertenecen a los "Relatos Jueveros" y esta semana la convocatoria
Te invito a leer el resto de los participantes aquí!)
jueves, 7 de julio de 2016
No, no puede ser... –y sentía como el fastidio la invadía. Hace
semanas que he pedido cambiar la reservación del camarote, y me habían dicho
que todo estaba solucionado.
La señorita en la recepción de la nave continuaba a explicarle,
con la mejor sonrisa, qué había sucedido; pero ella no daba crédito, y cada vez
aumentaba más su enojo. No tuvo más remedio que acomodar su equipaje,
repitiendo como un mantra que sólo serían 20 días, y no los pasaría en un
camarote justamente.
El día pasó entre cocktail de bienvenida, algún masaje, visita al
sauna y la tarde en piscina. Bajó al camarote a prepararse para la cena; y,
aunque vió todas sus cosas perfectamente ubicadas, él no estaba... por suerte.
Fue una velada tranquila a pesar de la gran cantidad de gente,
después de la medianoche saludó a sus compañeros de mesa y se retiró, dando un
último paseo por cubierta. Al llegar al camarote sintió su perfume inundando
cada rincón, hasta los de su alma. Se durmió esperando su retorno, y cuando
despertó por la mañana ya no estaba.
Y así continuó por los siguientes días hasta esa noche... ella
sintió su presencia y sin siquiera mirarlo preguntó...
¿Hasta cuando piensas jugar al gato y al ratón? –y seguía su
ritual de prepararse para la cena.
Sólo hasta que vuelva a domar a la fierecilla... –dijo apoyándose
contra una de las paredes del camarote.
Lo odiaba cuando se ponía así, amo y señor... de la situación...
de los sentires... de ella misma. Y la excitaba... la excitaba
muchísimo. Siempre había sido así, desde que se conocieron.
Ella pasó por su lado con toda la intención de ir a cenar en
cubierta. Él la tomó por un pulso, llevando su brazo por detrás de la espalda.
La otra mano tomó su nuca entrelazando los dedos por sus cabellos y la besó... Invadió
su boca, su lengua recorrió cada rincón de ella, de esa boca que tan bien
conocía. Ella se rebeló al inicio, pero no tardó en claudicar ante él... porque
esa era la verdad, y ella lo sabía... ella era de él, siempre había sido de Él.
(Estas letras pertenecen a los "Relatos Jueveros" y esta semana la convocatoria fue hecha por Leonor desde su blog "Mi blog de fotos".
Te invito a leer el resto de los participantes aquí!)