martes, 27 de febrero de 2018

Cuando ella lo conoció, sintió que eso era sólo un reencuentro. Le bastó tomar la mano que él le tendió para sentirse a salvo. Era un hombre sorprendente, sabía estar en cada situación. Siempre un gesto; un detalle; una palabra. Los momentos pasados a su lado eran únicos, eran mágicos. Y en poco tiempo logró cancelar cada feo recuerdo vivido anteriormente; haciendo de ella una mujer diferente, una mujer nueva.

(Este microrelato pertenece a “Reto: 5 líneas” propuesto por Adella Brac.
Las palabras propuestas para el mes de Febrero: recuerdo, cuando, sorprendente.)

domingo, 25 de febrero de 2018


Habían pasado semanas y aunque le producía dolor, debía hacerlo. Abrío el cajón dentro su armario, donde él guardaba su ropa cuando se quedaba en la casa. Tenía miedo, no sabía si estaba preparada para dejarlo ir.

Ella no era de preguntarse los porqué; aún así, todo le quedaba latiendo en el pecho, dándole vueltas en la cabeza. Todo había sido tan de repente. Tiempo. Eso era lo que les había faltado, tiempo.

Tomó la valija roja, esa que él le había comprado para el viaje a Europa, ese que no habían podido hacer. Podía recordar sin dificultad cada una de sus palabras cuando se lo propuso. Las caminatas por las callecitas de Paris que tan cuidadosamente había planificado. Y el paseo en góndola por Venecia que ella dijo no podía faltar.

Una a una quitaba sus prendas y las colocaba en la valija. Y allí, en el fondo del cajón, la encontró. Su camisa, llena aún de su perfume, la llevó a esa noche. Esa noche en la que en sus brazos dejó caer las apariencias, ya no le importó qué podían pensar o decir. Y bailaron; bailaron sin vergüenza, al ritmo de esa melodía que luego los llevó entre las sábanas. Ella cerró los ojos, aspiro su camisa, y volvió a sentir sus caricias recorriéndola. Llevó sus propias manos al cuello, allí donde él había dejado tatuados sus besos. Aún temblaba, aún le quemaba la sangre cuando sus labios pronunciaban su nombre.

No lo había podido retener. No había sido su culpa, sabía que él hubiese querido seguir, pero el impostor ganó la batalla. Y les había faltado tiempo. Tiempo para tantas y tantas cosas. No, no lo había podido retener, pero sí se quedaría con su camisa; porque aún no podía, no estaba lista para dejarlo ir del todo.



(Este relato pertenece a los "52 retos de 'El libro del Escritor'".
Es el número 12Esta semana toca un relato con una canción
o poema como tema central de tu texto.
Canción elegida: "No te pude retener", Vanesa Martin.)

viernes, 23 de febrero de 2018

#VDLN - 84

"La soledad, decía mi madre, es un fuerte martillazo:
hace añicos el cristal pero templa el acero.
Templar, nos explicó mi padre, significa hacer fuerte,
fortalecer, de la palabra 'fuerza'."
(Fragmento de "Una historia de amor y oscuridad" de Amos Oz)

miércoles, 21 de febrero de 2018

Reconocer(se)

Estacionó y bajó de su moto. Ni siquiera el viento en la cara pudo hacer que se olvidara de ella. Había conducido por horas, y a una velocidad poco recomendada. Sin rumbo, sólo con la imagen de su rostro por delante. Una vez había leído: “El alma libre es rara, pero la reconoces fácilmente cuando la ves.” Y él la había reconocido. En medio a toda esa gente, y a pesar de su hermoso antifaz... él la había reconocido.

No dudó un segundo; y, aún si la fiesta estaba terminando, fue tras ella.

¿Qué debo hacer para conseguir tu número de teléfono? –le susurró al oído.
¿Apuntarme con un revólver, tal vez? –respondió irónicamente ella, alzando una ceja, provocándolo.
No corazón, quiero que tú me entregues todo por tu propia voluntad. –le dijo muy seguro de sí mismo.

De repente imaginó la habitación de ese hotel que tanto le gustaba a unos pasos de allí, con vista al Canal Grande. La suite, con la bañera en un ángulo. Luz tenue y música suave. En la mesilla, las esposas y la vela. Y sobre la cama, ella. Donde pudiese observarla... domarla...  poseerla... amarla. Donde ella se concediera a cada uno de sus juegos; a cada una de sus perversiones; a cada uno de los placeres que él sabría darle.

Tan absorto estaba en sus fantasías, que no se percató de haber sido rodeado por sus amigos y que lo habían separado de ella. Sin saber siquiera quién era; sin saber dónde estaba. Esa sería su cruz, haberla finalmente encontrado, y perderla antes de tenerla.

...

No podía sacarse esa voz de la cabeza. Había durado un instante, pero cuanto servía para sacudirle todas las certezas. Aún no se explicaba, ni le perdonaba, que se haya alejado sin más, amigos o menos. Preguntó quién era, pero nadie le dió una respuesta concreta.

Caminaba por la calle sin saber muy bien dónde iba. Jugando y haciendo girar la llave de su departamento en la mano. Y sin dejar de darle vueltas a la piruleta en su boca; cuando lo vió. Bajaba de una moto, y lo reconoció. Sin pensarlo se le acercó, no dejaba de mirarlo.

3581119304... –le dijo mientras se le paraba delante. Por si aún te interesa...

Sonrió de lado, y la tomó por la cintura, sujetándola a su cuerpo. Las almas libres eran raras, pero él la había reconocido, y ella a él. Ahora se habían encontrado y no volverían a perderse.



(Este relato fue escrito para la iniciativa de Ginebra propuesta en su blog Variétés.
Luego es ella quien hace un estupendo trabajo de edición y presentación,
que te invito a verlo aquí
y comentar en este maravilloso Paraíso de Letras que ha creado para cada uno de nosotros.
Gracias Gin... de verdad, muchísimas gracias por tanto y tanto que nos brindas.)

domingo, 18 de febrero de 2018

Sucedió que un día, un águila se puso a bailar delante de una extraña ave que había encontrado en el árbol de un amigo. Al inicio, pensó que ésta se molestaría, las demás siempre se irritaban cuando él bailaba. Sin embargo, ella no lo hizo.

Ella era diferente a todas las otras que siempre había encontrado. Las demás hasta se enfadaban apenas él comenzaba a mover sus plumas y le pedían de no hacerlo. Pero él reía y continuaba con su baile. Ella lo miraba entre sorprendida y divertida.

Las demás aves comenzaron a pedirle al águila, por favor de detenerse, de no hacer esa ridícula danza. Pero ésta no escuchaba nada, sólo tenía ojos para ella y sus plumas de colores brillantes. Las plumas de ella resultaban aún más coloridas en su presencia; podría decirse que parecía prenderse fuego.

Y ella, que era de una especie tan única como rara, que no creía enamorarse, cayó rendida ante la excéntrica águila.


(Este relato pertenece a los "52 retos de 'El libro del Escritor'".
Es el número 3Piensa en tu libro favorito e imagina un fanfic, pero con animales.
Libro favorito: "Historias de Cronopios y Famas" de Julio Cortázar.)

viernes, 16 de febrero de 2018

#VDLN - 83

"Las mariposas no pueden ver sus alas.
No pueden ver lo verdaderamente hermosas que son,
pero todos los demás sí pueden.
Algunas personas son como las mariposas."
(Anónimo)

Para vos Ale...
gracias, gracias por estos días
y por tanto, tanto que me das siempre.

miércoles, 14 de febrero de 2018

24 Retos de Lectura - #03

Reto 3:
Busca una novela divertida, desenfadada, una comedia.
Elección: “Mañana lo dejo”, de Gilles Legardinier

Sinopsis:
“En la tercera fiesta de divorcio de un amigo, Julie recibe una pregunta inesperada: ¿Qué es lo más estúpido que has hecho en tu vida? Muchas cosas, piensa; tales como intentar arreglar una toma de electricidad sosteniendo los cables entre los dientes, u obsesionarse por su nuevo vecino con sól ver su nombre, Ricardo Patatras, escrito en el buzón.
Mientras se dispone a echar por la borda su trabajo en un banco para atender en la panadería de la señora Bergerot, y se hace cargo del pequeño huerto de su vecina, Julie no vacilará en correr todos los riesgos necesarios para conquistar el corazón de ese vecino tan seductor como misterioso.
Gilles Legardinier ha escrito una historia llena de humor acerca del poder del amor y la amistad, y la importancia de los pequeños grandes gestos cotidianos. Una novela que, como le han confesado miles de agradecidos lectores, ‘nos hace sentir bien’.”

Se trata de un libro que me ha hecho morir de risa... así, sin vueltas. La historia trata de una joven mujer, Julie, con mala suerte en el amor, e insatisfecha con el trabajo que tiene. Pero de lo que no puede lamentarse es de la cantidad de amigos que tiene; que son un poco particulares; al menos cuanto lo es ella misma. Un día, cuando Julie entra en el edificio donde vive, descubre de tener un nuevo vecino, con un apellido bastante singular. De aquí se desencadena una serie de episodios que rayan en lo ridículo y bizarro.

Un libro escrito en primera persona, lo cual creo lo vuelva de fácil lectura y muy ameno. Con un sentido del humor que no es banal y mucho menos vulgar. Creo que cualquier mujer, o hasta un hombre, puede identificarse en las situaciones que narra el autor.

Por lo cual, si quieren pasar un buen rato, riéndose de algunas locuras, les recomiendo busquen este libro y lo lean... y así luego podrán decirme ¿cuál es la cosa más estúpida que han hecho en su vida?

“(...) Es necesario esperar, aunque se arriesgue a ser desilusionados. Es necesario probar a hacer de todo, aunque se arriesgue a hacerse mal. Entregarse por entero... porque aquello que vale la pena de ser vivido, es aquello que nos meterá en riesgo. (...)”

A la próxima!

(Nota: la sinopsis fue sacada del sitio: megustaleer)

domingo, 11 de febrero de 2018

Se despertó en mitad de la noche, sin saber muy bien porqué. El silencio lo rodeaba. Miró hacia el lado izquierdo de la cama, el lado de ella; allí estaba su taza de té y el libro que aún no terminaba. No recordaba el motivo, pero se encontraba solo. Se alzó, y fue hasta el cuarto de su niña; ella tampoco estaba.

La calma, de repente fue rota por un estruendo tremendo. No veía nada, sólo había escuchado el ruido a vidrios rotos. Como un autómata, sus pasos lo llevaron al garage. Lo encontró abierto. Nada parecía fuera de lugar, a excepción del peluche favorito de su hija. Estaba en el suelo, en la entrada, manchado de sangre. No comprendía. Sin pensarlo tomó las llaves de su camioneta y salió a buscarlas, debían estar juntas. Debían. Tenía que haber una explicación. Pensó en ir a la policía pero, ¿qué les diría?. No sabría explicar qué sucedía. Y ellos no lo ayudarían a buscarlas.

Las calles estaban congeladas, nada atípico para ser invierno. El sol comenzaba a despuntar, pero era demasiado débil, no podía contra la persistente niebla que cubría todo. Estaba solo. Parecía que el pueblo se hubiese vaciado. Por ello notó enseguida el vehículo que había comenzado a seguirlo. Se mantenía a una cierta distancia, pero no le perdía de vista ni un momento.

No sabía cuánto tiempo llevaba manejando, se sentía cansado, por momentos los ojos cedían y se cerraban. Pero cada vez que miraba al espejo retrovisor, distinguía las luces del vehículo que lo seguía. Aún estaba allí. Pensó en detenerse y afrontarlo; pero no podía perder tiempo, necesitaba encontrar a sus mujeres.

Tomó el camino hacia la montaña y comenzó a subir. Ya no sabía dónde buscarlas. Aceleró, a pesar que las condiciones climáticas no eran las mejores para conducir así. Será por eso que no lo vió, no vió nada delante de él. Pero chocó, y perdió el control de la camioneta. Cayó por el barranco. Dió un par de vueltas, el golpe contra los pinos paró la caída al abismo. No sabía cuánto tiempo estuvo inconsciente, despertó con la voz de un desconocido.

Señor... señor... tranquilo, han tenido un accidente... –continuaba a repetir el hombre. Ya está llegando la ayuda.
Tengo que buscar a mi mujer y a mi hija... –escuchó su propia voz pronunciar esas palabras como sonidos ajenos.
Tranquilo... ya llegan a ayudarlos... estarán bien... –no comprendía porqué usaba el plural.

Giró la cabeza hacia atrás y vió la rama de un árbol atraversando la camioneta; faltaba la puerta. Miró por el espejo de lado, y notó la nieve manchada de rojo sangre. No podía ser de él, pero ¿de quién más? ...él iba solo en la camioneta.

(...)

Se despertó en mitad de la noche, sin saber muy bien porqué. El silencio lo rodeaba.

(Este relato pertenece a los "52 retos de 'El libro del Escritor'".
Es el número 10Describe una pesadilla que hayas tenido, pero en tercera persona.
Y sin expresar sentimientos. Ahhh...se me olvidaba: es de terror.)

viernes, 9 de febrero de 2018

#VDLN - 82

"Cuando te dicen: 'El problema no eres tú, soy yo'
recuérdate que implícitamente te están diciendo
que no eres tampoco la solución."
(del web)



lunes, 5 de febrero de 2018

El Club de los 5: Febrero


Serie americana que dicen está basada libremente en "El Conde de Montecristo". De trama simple y en muchos puntos, muy predecible; pero una serie para ver sin necesidad de mucha concentración. Si tenés ganas de algo ligero y pasar el tiempo, esta serie es la tuya.
  • Libro: "El Conde de Montecristo"
Alexandre Dumas, fue uno de los autores más famosos de la Francia del siglo XIX, y que acabó convirtiéndose en un clásico de la literatura gracias a obras como "Los tres mosqueteros" (1844) o "El conde de Montecristo" (1845).
Edmundo Dantés ha pasado veinte años encarcelado en el castillo de If. Allí conoce al padre Faria que le desvela la existencia de un tesoro oculto en la isla de Montecristo. Dantés huye de la prisión y encuentra el tesoro. A partir de ahora su objetivo es vengarse de las personas que lo encarcelaron. Tras un año en Oriente, regresa a Francia con una nueva identidad: el Conde de Montecristo.
Una aventura... una historia de amor... de lucha... de superación... de vida... si nunca leíste El Conde de Montecristo, yo te diría que no esperes más...
"(...) En cuanto a vos, Morrel, he aquí el secreto de mi conducta. No hay ventura ni desgracia en el mundo, sino la comparación de un estado con otro, he ahí todo. Sólo el que ha experimentado el colmo del infortunio puede sentir la felicidad suprema. Es preciso haber querido morir, amigo mío, para saber cuan buena y hermosa es la vida. Vivid, pues, y sed dichosos, hijos queridos de mi corazón, y no olvidéis nunca que hasta el día en que Dios se digne descifrar el porvenir al hombre, toda la sabiduría humana estará resumida en dos palabras: ¡Confiar y esperar! (...)"
La última vez contaba cuánto me gusten los juegos de mesa. Hay uno que es muy especial para mí, porque fue mi mamá quien me enseñó a jugar desde muy chica, buscar en el diccionario y pensar... pensar mucho: Scrabble. Por eso cuando descubrí el juego "Apalabrados" para el celular, lo instalé enseguida... y si por una de esas casualidades, vos también jugas, avisame y ¿una partida?

  • Trailer: "The only living boy in New York" (La amante de mi padre)
  • Citas:

"A una cierta edad,
un poco por amor propio, un poco por astucia,
las cosas que más deseamos son aquellas que fingimos no desear."
(Marcel Proust)


Hasta el mes que viene!

domingo, 4 de febrero de 2018

Finalmente abría los ojos. Me sonrió y yo sentí como si respirara por primera vez después de mucho tiempo.

Ya no sabía cómo sentarme. Ni en qué concentrarme para no pensar en las horas que ella llevaba sin despertarse. Sentí una especial admiración hacia la mujer que se encontraba en la otra parte de la habitación; llevaba días en mi situación. Y también un poco de compasión. Había cambiado el turno de las enfermeras, y volvían a entrar para controlarla.

Todo está bien mamá... –dijo sonriéndome y mi fastidio fue evidente; no quería que nadie más volviera a llamarme así hasta que ella despertara.

Parecía mucho más pequeña en esa camilla, y sus ojitos me decían que estaba asustada. Traté de calmarla. Continuaba a decirle que nada malo pasaría; y mientras más lo repetía, más trataba de convencerme. Lo mismo probó a hacer el anestesista, pero conmigo. Me senté en el pasillo. No podía pensar en nada, ni en nadie. La única persona que me importaba estaba allí dentro y yo no podía hacer absolutamente nada. El frío del mármol me caló hasta los huesos y, por primera vez en los últimos seis años, tuve miedo.

Despertó de golpe, gritando nuevamente, como si la hora de sueño hubiese intensificado su dolor. No fui la única a sobresaltarme, su llanto había penetrado los oídos de todos los presentes en la sala de espera. Entre lágrimas quiso ponerse en pie, pero no lo lograba, ni siquiera tenerse erguida. Supe que ya no era un simple malestar. Avisé al médico de guardia, que mandó a otra enfermera, mucho más joven, a acompañarnos al baño. No llegó. Comenzó a vomitar, tan fuertes eran sus espasmos que temí se me cayera de los brazos. De la nada ví aparecer al pedíatra. Su diagnóstico fue contundente: apendicitis. Y se estaba agravando.

Se me quedó dormida en brazos, se la veía tan serena. Seguro no sería nada, pero ya estábamos en la puerta del hospital, así que tanto valía entrar y que la vieran. Como siempre, la guardia llena de gente, a pesar de que habíamos superado la medianoche. Apenas ví a la enfermera en la recepción, pensé que hubiese tenido que dedicarse a otra cosa. Es que era la confirmación que los bizarros personajes televisivos tenían una fuente de inspiración en seres reales. Como ella dormía tranquila, dijieron que podíamos esperar. Fuimos hasta la sala, su respiración en mi cuello era pausada, casi una invitación a seguirla. Ganas no me faltaban, había sido un día demoledor; la mañana pasada a estudiar; luego, preparar el almuerzo y llevarla a ella a la escuela; de ahí a las prácticas, y antes de volver a casa, pasar por el Profesorado de nuevo. Cuando finalmente atravesé el umbral de casa, no me esperaba ni perfume a comida, ni dos bracitos que me apretaran fuerte las piernas, como de costumbre. Sólo su voz diciendo, casi en un susurro:

Mamá... me duele mucho la panza.

(Este relato pertenece a los "52 retos de 'El libro del Escritor'".
Es el número 02¿Recuerdas tu peor noche? Cuéntala desde el final hasta el principio.)

viernes, 2 de febrero de 2018

#VDLN - 81

"Un buen destino es que dos personas se encuentren,
cuando ni siquiera se estaban buscando."

Si quieres, déjame aquí tu huella...

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *