Planta
baja ¿no? –preguntó él sin dejar de observarme.
Sí,
sí, obvio... –respondí nerviosamente.
Pero
el ascensor, en vez de bajar inició a subir. Daniele pareció sorprenderse y
comenzó a presionar el botón de nuestro piso y el de la planta baja, con mucha
ansiedad.
Noooo,
espera que... –inicié a decir, pero ya era demasiado tarde. Bloquearás el
ascensor… Hecho.
Ohh…
No lo sabía. –respondió con un tono por demás tranquilo.
Bien…
Ahora sí llegaré definitivamente tarde al trabajo... –dije por lo bajo. Y sin
ni siquiera haber podido tomar café.
En
cuanto salgamos de aquí, si quieres, puedo llevarte hasta tu trabajo. –se
ofreció acercándose un poco.
Lo
pensé unos segundos, y si bien no era de aceptar pasajes de desconocidos a esas
horas sería complicado conseguir un taxi para no perder más tiempo.
Gracias…,
me harías un gran favor. –respondí mirándolo a los ojos.
Es
el mínimo después que te bloqueé conmigo aquí. –dijo sonriendo y no pude evitar
morderme el labio.
Diez
minutos más tarde el ascensor finalmente comenzó a bajar. Apenas se abrieron
las puertas nos encontramos con Matilde.
Nos
habíamos quedado bloqueados. –le dije alzando los ojos al cielo.
Menos
mal... –comenzó a decir ella mirando a Daniele, pero él la interrumpió.
Menos
mal que estaba usted aquí abajo para salvarnos, Matilde. –dijo él guiñándole un
ojo y saliendo detrás mío.
Me
indicó su auto en el garaje. Subimos y le dije dónde trabajaba. El auto olía a
nuevo. Ese perfume a cuerina se mezclaba con el suyo y… Miraba por la
ventanilla esforzándome en pensar en otra cosa.
Luego
de veinte minutos habíamos llegado.
Acá…,
acá está bien. –dije señalando el edificio donde trabajaba.
Se
ve importante. –observó desde su lado.
Soy
solo una secretaria. –agregué. Bueno… Gracias del pasaje…
Ya
te dije, era el mínimo... –respondió sonriendo de lado. E igualmente, fue todo
un placer.
No
sabía si despedirme dándole la mano o un beso, por lo que me bajé despidiéndome
con un simple “Chau…”.
Para
cuando volví a casa era ya de noche, había tenido que recuperar las horas de
retraso de la mañana. Delante de la puerta de mi departamento había una caja,
con un moño rojo y una tarjeta.
“Para
que nunca más salgas de casa sin tu café. Daniele.”
Era
una cafetera eléctrica con timer. Había siempre deseado una así, pero no podía
aceptarla… Ni siquiera nos conocíamos.
Fui
hasta su departamento y toqué timbre.
Un
minuto... –gritó y enseguida abrió la puerta, dándome un beso en la mejilla como si me esperara. Estaba descalzo y llevaba sólo un
pantalón de algodón. ¡Hola! …veo que has recibido mi regalo.
Hola…
Sí,lo recibí y venía a decirte gracias pero... –comencé a decir hasta que me
interrumpió.
Pasa…
Pasa… No te quedes allí… -y se dirigió para dentro. Estoy cocinando y no quiero
se me pegue la paella.
Ahh...
–y ese perfume que llegaba de la cocina hizo que cerrara los ojos y me
relamiera los labios. No quisiera molestarte, es sólo que no puedo aceptar el
regalo.
¿Por
qué no? –dijo asomándose desde la cocina. ¿Quieres quedarte a cenar? Hay
suficiente para los dos. –agregó y sonrió.
En
ese momento, sin saber muy bien por qué, una chispa encendió mis ojos y sonreí
yo también.
Hecho…
¡Mesa para dos! –escuché que decía mientras yo apoyaba la caja junto a mis
cosas en el comedor. Sabiendo que la noche había apenas iniciado.