¿Vamos? –preguntó ella entre desafiante y espectante.
Obviamente... –respondió sonriendo de lado. ¿Dónde me llevas?
Por ahí... –e inició a caminar. Ahhh, por cierto, mi nombre es
Alma.
Por una extraña razón Leo lo supo. Llevó su mano al bolsillo y
sacó la tarjetita del negocio que horas antes había visitado. “Donde se
encuentra el alma”. Definitivamente, destino. Se apuró hasta alcanzarla.
Habían pasado algunas horas. Alma no paró de hablar, pero a Leo le
gustaba oirla. Le gustaba ese modo en el que se sonrojaba su rostro y cómo
probaba a cubrirse con sus manos. Esa forma de mirarlo, como si lo que
estuviese contando fuera lo más interesante del mundo. Y esa manía de mordisquearse
el labio.
Interesante esto del “Street Food”... –comenzó a decir Leo y ya le
brillaban los ojos. Aunque si después del regalo, había imaginado un clásico
plato de la cocina italiana…
No tenía con qué... –respondió apurada Alma, un poco nerviosa por
la observación.
¿Y sería muy atrevido de mi parte pedirte un verdadero “espresso”?
–preguntó Leo acercándose a su oído. Es que me ha dado curiosidad esa nueva
máquina que me has contado tienes.
Atrevido, sí…, pero terriblemente tentador... –dijo Alma mordiéndose
el labio nuevamente.
Pasaron delante del negocio, Leo no dijo nada, y subieron. Todo el
primer piso era su departamento, amueblado con el mismo buen gusto del negocio.
Los espacios eran abiertos, grandes y luminosos.
Este es mi refugio... –dijo Alma y con la mano le mostraba el
alrededor. Ponte cómodo…
¿Segura? –respondió Leo con picardía en los ojos.
Alma sirvió el café... Lo tomaron y las horas seguían pasando. Ella
sentía de conocerlo desde siempre. Conversaban animadamente, provocándose
ambos, hasta que sonó el celular de ella, que se apartó para responder.
Hola… no, estoy en casa… no, no… cierra tú con tus llaves… sí, ok,
nos vemos mañana en algún momento… sí… yo también te quiero… chau... –se giró
para explicar: Era mi madre… el negocio de aquí abajo es mío y es la hora de
cierre…
Bueno… me marcho, así te dejo con tus deberes... –dijo Leo
simulando no haber escuchado la conversación.
Absurdamente a Alma se le detuvo el corazón, al fin y al cabo era
un desconocido pero… Lo vió acercarse lentamente hasta ella, parándose a
escasos centímetros de su rostro.
Podría también quedarme, sólo debes pedírmelo... –y con su mano le
alzó el mentón.
Si basta tan poco... –dijo Alma temblando. Quédate…
Leo apoyó sus labios en los de ella, suavemente, apenas los rozaba.
Mirándola a los ojos, los delineó con su lengua. Alma suspiró y cerró los ojos.
Él siguió besándola, hasta llegar al lóbulo de su oreja.
Si quieres que me frene, dilo ahora... –susurró Leo.
No lo hagas… no te frenes... –pronunció Alma pasando su mano por
la nuca de él, acercándose a su boca.
Él la alzó en brazos y ella lo rodeó con sus piernas a la altura
de sus caderas. Siguieron besándose en aquellos pocos pasos que los separaban
de la cama. Ahí, Alma se dejó caer de espaldas mientras observaba a Leo
quitarse la ropa. Y él lo hacía lentamente porque le gustaba verla ruborizar,
lo excitaba. Se quedó mirándola por algún segundo y luego comenzó a recorrerle
las piernas, hasta llegar al cierre del jeans, que bajó despacio mientras sus
ojos se clavaban en ella. Alma temblaba, jamás había deseado a alguien tanto.
Leo continuó a desvestirla; se acercó a su oído en el momento de quitarle el
sujetador.
Ahora seré yo a morderte los labios... –Leo mordisqueó su
lóbulo, bajo por su cuello e inició a tormentar sus pezones. Primero uno y
luego el otro. Alma pasó sus manos por la nuca de él, que bajó por su vientre
hasta su sexo, donde se perdió saboreándola. Ella arqueó la espalda y pronunciando su nombre le pidió que la hiciera suya. Leo volvió a trepar hasta su boca, que
besó hasta casi quedar sin aire.
Yo ya soy tuyo... –susurró él en el momento que la pasión inundaba
las entrañas de ella.
Bebió su aliento, cada uno de sus jadeos; pues, aunque ella no lo
dijiera, sabía que ya era suya, de él. Se convulsionaba sobre ella, penetrando
suave, dejando que lo inundara por completo, mientras sentía las uñas de ella
clavarse como garfios en su espalda. Le comía la boca, como si eso le diera
fuerza. La atrapaba entre sus brazos, presionándola contra su pecho. Le daba su
aliento, parecía no querer perderla.
Leo le dejó espacio para que recuperara la respiración, pero no
cesó en mimarla, abrazarla, besarla… Él también necesitaba recobrar la calma
después de tanta intensidad; pero en algún momento se quedaron dormidos. Y cuando
los primeros rayos del sol se colaron por la ventana, Alma dormía sobre el
pecho de Leo. Apenas se separó un poco, no deseaba despertarlo; y se detuvo
algunos minutos para observarlo. Se lo veía tan sereno, tan bien ahí donde
estaba, como si ese lugar le perteneciera desde siempre.
Siempre… El lugar donde se encontraba el alma… Su Alma.
Es que se llamaba Leo, y yo pensando que... :P La escena que me recordaste fue de "50 sombras de Grey" la del ascensor por los nombres.
ResponderBorrarUna historia muy romántica.
Besos dulces y dulce semana.
Y yo que pensé que era un juego de palabras que habías hecho...
BorrarPero la escena del ascensor es en la otra historia, que también está por terminar ...aichhh sabía que alguno se confundiría pero no pensé serías vos Dulce!
Gracias por lo de la historia... soy un poco (demasiado tal vez...) romántica.
Un beso salado como el mar.
Solo aclaro, respondo, y confundo :)
BorrarNo conocía este aspecto tuyo ...siempre tan serio, tan formal ...me gusta este guiño. ;)
BorrarMe encanto, no me salen las palabras. Simplemente sos genial. Me gusto esta historia, valia mas que la pena llegar hasta el final.
ResponderBorrarBesotes Taña ;)
Ainssssssss... vos no sabés qué alegría me das dejándome tu huella en mi playa!!!
BorrarBienvenido Hugo ...y gracias, muchas, muchas gracias!!!
Besotes flaco!
Un Alma llena de Alma, ternura y pasión. Como solo un Alma puede describir desde la pluma de su interior.
ResponderBorrarUn beso enorme a tu Alma tan intensa y bella.
Gracias María... yo, como dicen ustedes, me paso de moñas... pero es que no puedo evitarlo!!!
BorrarUn besote enorme y un abrazo fuerte fuerte con toda (el) Alma.
¡Moñas! NO lo creo. A mí me gusta y soy moñas oficial :-) Es lo que tiene el lado oscuro :-)
ResponderBorrarPero la escena de cuando él empieza a desnudarse, ese romanticismo... Me imagino su cara, sus ojos... y me callo porque, al final, me perderé y se sabrá todo :-)
Y ese final abierto, donde cada uno podamos imaginar si siguen, si se vuelven a encontrar, si se hacen un hueco importante en su vidas o es un "aquí te pillo"... pero me da que no... Yo quiero creer que siguen jugando a este juego del amor...
Un beso enorme, enorme...
Esa escena es especial... la he imaginado... escrito... vivido...
BorrarY yo también quiero creer que siguen encontrándose... amándose...
Besotes infinitos hermosa.
Alma no paro de hablar? Me suena conocido eso. Una historia simple y hermosa. Me encantan los relatos de encuentros que se dan por casualidad o causalidad... siempre traen el alma en el mismo centro, donde debe estar. Me encanto. besos a tu alma
ResponderBorrarAinsssssssss... dejemos pasar eso de que Alma no para de hablar...
BorrarA mí me encantan esos encuentros, cuando (el) Alma puede verse a los ojos, y donde no hacen falta palabras.
Un beso de (mi) Alma a la tuya.
El romanticismo por encima de todo, me encanta porque se envuelve todo en un aura de ternura y cariño por conocerse todo de ellos y en ellos.
ResponderBorrarMil besitos, Alma.
Aichhhhhh casi casi me paso por alto tus palabras... es que Auro, yo no puedo dejar de ser una eterna romántica... me gusta tanto que me dejes tu huella, porque la siento siempre con mucho afecto.
BorrarInfinitos besos!