domingo, 1 de enero de 2023

Tal vez

Hacía tiempo que estaba... ¿cómo? ¿cómo podría definirse su estado? No lo sabía ni siquiera ella. No era ansiedad; de hecho, nunca se había sentido tan tranquila, tan segura de sí misma. Tal vez era precisamente por eso que comenzó a hacerle falta y la idea no dejaba de darle vueltas en la cabeza.

En ese preciso instante en que su mente divagaba por senderos ya recorridos, escuchó que llamaban a la puerta. Le habían hecho llegar una invitación. Por la clase de la misma y las fechas que eran, no tenía dudas del remitente y sonrió al comprobarlo. Y, aún si no se había decidido a ir, la idea no le disgustaba.

La última noche del año. ¿Estaba lista? No lo sabía pero nada la detendría de averiguarlo. Se preparó meticulosamente, cuidando cada detalle. Buscó aquello que le era imprescindible para asistir: su máscara.

Llegó. El salón estaba lleno. Una dulce melodía de fondo se escuchaba apenas, el volumen justo para disfrutarla y conversar al mismo tiempo. A simple vista no reconocía a nadie, en definitiva, era tanto que no se hacía ver en ningún lado. Tal vez era mejor así, pasaría desapercibida... o eso creía.

Todo estaba organizado con la máxima exquisitez, como siempre. El Caballero que hospedaba cada año este evento era un verdadero Maestro de ceremonias. En uno de los salones estaban dispuestas pequeñas mesas donde aplacar los paladares más exigentes. Eligió sentarse en uno al azar. Él le sostuvo la silla y ella inclinó la cabeza agradeciéndole. Algo había comenzado a agitarse en su interior; un instinto que había estado callado por tanto tiempo ahora parecía volver a despertarse. Sintió un roce en su mano, un juego de dedos que no había olvidado.

Se levantó serenamente y fue hacía la entrada. Sobre una bandeja estaban colocadas diferentes llaves. Su intuición más básica le señaló cuál debía elegir. La tomó en su mano y fue hacía su lugar preferido; conocía la residencia a la perfección. Tenía que llegar a ese sitio, el indicado. Sin planearlo, todo estaba resultando como antes, como años atrás... como siempre. Tal vez esta vez con un resultado diferente.

No tenía prisas... ¿o sí? No, no la tenía. Sabía que la estaba siguiendo, lo conocía demasiado ¿bien? ...simplemente demasiado. Había estado como un lobo al acecho, esperando por su presa. Que equivocado estaba. Si en este juego había alguien que podría caer en las redes, no sería ella. El sonido firme de sus tacones era atenuado por las alfombras. De todos modos ella lo sentía cada vez más cerca. No tardaría mucho en alcanzarla. Y ¿qué pasaría cuando lo lograra? Tal vez... sólo tal vez.

¿Podría él hacerla olvidar de todo? Apresarla contra su cuerpo, siendo sus caderas su único sostén. Su mano acariciándole la nuca. Sus dedos se enredarían en su pelo, sujetándolo, jalando de él hasta hacerlo gemir de dolor, de placer, o una mezcla de ambos. Como esa punzada que le provocaba su aliento; sus dientes en el cuello. Sus huellas siempre fueron tan sólo un modo de marcar territorio, no más. Ahora era totalmente consciente de ello. Era exclusivamente ver quién era más fuerte.

Pero esta vez se equivocó desde el comienzo.

Apenas escuchó que entraba a la biblioteca, sonrió. Se quitó la máscara, deseaba verlo a los ojos. Esperó que se pusiera detrás de ella, que creyera que la historia volvería a repetirse. Lo observó sin decir palabra y él actuaba de la misma manera. Aunque su mirada poseía un fuego que no sabía exactamente a qué se debía. ¿Pasión? Tal vez exasperación o frustración al darse cuenta que no sería el dominante en esta ocasión. Ella ya no se pondría a sus pies, ni siquiera por ese grande placer que le podría otorgar. Había aprendido. El tiempo siempre ha sido un buen maestro.

Se giró sin más y lo dejó allí... los libros fueron sus mejores amigos en estos últimos años. No tenía nada por decir, no valía la pena, ya no.

Bajó las escaleras, encontrándose con el anfitrión de la fiesta. Se saludaron, él hizo una pequeña inclinación con su cabeza, mirándola con ¿orgullo? ...tal vez sí, seguramente sabía o adivinaba lo ocurrido. Había vuelto de un sitio donde nunca debería haberse marchado. Sonrió emocionada... tal vez el año que apenas iniciaba traía consigo muy buenos auspicios después de todo.






Después de mucho tiempo, aquí estoy.
No sé si será permanente o menos, tal vez veré cómo se dan las cosas
y el tiempo, sobre todo.
Quería agradecerle a Dulce
y su magnífico baile de fin de año;
y también, obviamente,
a todos esos amigos que, sin necesidad de nombrarlos uno a uno,
me han acompañado todo este tiempo,
sin soltar mi mano...
...gracias de corazón.


Les deseo lo mejor en este año que comienza...
...buen 2023!!!

viernes, 25 de diciembre de 2020

Anoche, cuando no lo ví aparecer, me asusté. No quise alarmarme y esperé algunas horas. Fuera el tiempo continuaba a ser inclemente. El tímido sol invernal estaba por esconderse trás la montaña, por lo que decidí salir a buscarlo, no era su costumbre faltar a nuestra especial cita. Apenas ví la cabaña, supe que algo no iba bien. Todo parecía cubierto por una avalancha: nieve y sólo nieve.
Finalmente pude abrir la puerta. Allí estaba, visiblemente enfermo... Él también había caído.



(Este microrelato pertenece a “Reto: 5 líneas” propuesto por Adella Brac.
Las palabras del mes de Diciembre son: avalancha - especial - enfermo.)


Antes de escribir esta entrada, fui a dar un paseo por los años anteriores y admito que me he emocionado. Son las sextas fiestas que pasamos juntos y ¿qué decirles que no resulte repetitivo? ...a ustedes, que me leen habitualmente, no es necesario explicarles no sólo lo que ha sido este 2020, sino los últimos dos años, por lo cual les agradezco infinitamente el hecho que aún estén por aquí, que me dejen sus huellas, su cariño... aunque muchas de esas veces, no crea merecer tanto. No voy a prometerles nada, ni siquiera haré propósitos, hace ya tiempo que vivo el momento pero quisiera sepan que los pienso siempre, que les estaré eternamente agradecida por permanecer por estas playas y que es mi más sincero deseo que vuestros días, estos y todos los que estén por venir, sean plenos de serenidad y de amor, que la vida les multiplique por mil todo lo bueno y que reduzca a nada aquello que no lo sea.

Un gracias muy especial a mi Luna particular...


a mi hermosa y tan querida Mag...


al Dulce Caballero que visita estas playas...



a la magnífica guerrera que siempre nos acompaña, Gin...


a la Maestra y Poeta, Auro...


a la sensual, María...


a la dulce Cora



... a los amigos de siempre, los que nunca fallan:

...y a todos y cada uno de ustedes,
gracias, gracias, gracias y felices fiestas!

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Mi abuelo decía que uno siempre está aprendiendo; hoy sé que del dolor también. El último de los golpes que la vida te había reservado, nos ha vuelto a unir... si alguna vez lo hemos estado más allá de un vínculo parental. Y me encantan estas explosiones de energía que se producen entre nosotras, como disparos de armas que han sido cargadas por años y que sólo estaban esperándonos.
Me coloco el gorro de lana, es mitad de noviembre y hace frío... pero yo vuelvo a sonreír.


(Este microrelato pertenece a “Reto: 5 líneas” propuesto por Adella Brac.
Las palabras del mes de Noviembre son: gorro - armas - allá.)

*En este reto, también he sumado las tres palabras del mes anterior.
No estaba de muy buen ánimo ni para escribir ni para nada;
pero en estas cinco líneas hay mucha verdad,
y del dolor se puede (y se debe) sacar una enseñanza, algo positivo...
yo lo he hecho.
Gracias "Pequeña Raquel" por haber aparecido;
por sorprenderme con tantas 'coincidencias';
por hacer parte de esta vuelta a algo que es muy importante en mi vida;
y, sobre todo, por querer junto a mí (re)construir este vínculo.

miércoles, 30 de septiembre de 2020

El último mes había pasado tan rápido que ni se había dado cuenta de no haber escrito esas cinco líneas. Para algunos podía resultar una estupidez, algo sin valor, una de esas cosas autoimpuestas, que en realidad no son imprescindibles. Ella lo sabía; sabía que podía hacer como si nada. Sin embargo para ella era importante, aún si no sabía de qué escribiría. Pero cuando leyó la noticia lo supo. Pensó a sus amigos, a todos y cada uno. Mientras sonreía y una lágrima le cruzaba el rostro.


Lo escrito hoy para el reto es tal cual, este mes de septiembre -todos estos últimos meses-, me están pasando a la velocidad de la luz, el tiempo no me basta, no me alcanza... Por ello mi ausencia sea aquí, que en vuestras casas, y me disculpo por ello... Pero cuando leí la noticia del fallecimiento de Quino, no pude dejar de rendirle homenaje... crecí con Mafalda y sus amigos, tanto que creo haber conocido ciertas a memoria... hoy me entristece su pérdida, pero a la vez, una sonrisa se me dibuja al pensar a la maravillosa herencia que nos ha donado en todos estos años; en lo personal tengo dos ejemplares firmados por él mismo cuando lo ví en una de las ediciones de la Feria del Libro de Buenos Aires...
...hasta que volvamos a encontrarnos, Maestro!






(Este microrelato pertenece a “Reto: 5 líneas” propuesto por Adella Brac.
Las palabras del mes de Septiembre son: importante - amigos - rápido.)

domingo, 30 de agosto de 2020

Había pasado tanto tiempo desde que todo había comenzado, que ya casi ni recordaba cómo había sucedido. Sin embargo, esa mañana no necesitó ver el nombre que salía en la pantalla de su móvil para saber de quién era el mensaje. En todos esos años nunca había olvidado la fecha y, de uno u otro modo, se lo hacía saber.


Sonrió mordiéndose el labio, seguro que ella estaba haciendo exactamente lo mismo.




(Este microrelato pertenece a “Reto: 5 líneas” propuesto por Adella Brac.
Las palabras del mes de Agosto son: para - todo - ella.)


 


jueves, 27 de agosto de 2020

Buenas madrugadas rebeldes... aquí Lilith al habla... –Eva sonrió y se ajustó los auriculares para seguir transmitiendo desde esa improvisada radio que había armado para contar cómo estaban de verdad las cosas en esa ciudad aislada del mundo llamada “Eden”.

Cuando se mudó allí, junto a su estrenado marido, Gabriele, no podía creer a la perfección del lugar. Todo parecía sacado de una película. Las casas todas iguales, hechas para alguna revista de arquitectura moderna. Y los individuos que en ellas vivían, lo mismo, todos modelos. Maridos impecables, bien vestidos y con trabajos envidiables; y esposas de fábula, que mantenían una casa de admirar y criaban sus hijos al mejor estilo “Novicia rebelde”.

Al principio, Eva creyó que todo era una especie de broma, pero tardó poco tiempo en darse cuenta que era aterradora y patéticamente cierto. No habían parejas homosexuales y se preguntó cómo reaccionarían sus vecinos al conocer a su mejor amigo, que no se cansaba de recorrer el mundo y enrollarse con cuanto moreno tuviese a tiro. Los hombres eran todos profesionales, parecían no existir los simples empleados, menos aún los desocupados; todos tenían un excelente estado físico, apenas salidos del gimnasio. Y ellas, pues eran modelos de pasarela, todas universitarias pero ninguna que trabajaba, parecía que a lo único que aspiraban era a ser madres; aún recordaba los rostros perplejos cuando dijo que ella no deseaba tener hijos. Y, obviamente, ninguna de ellas se lamentaba de sus respectivos maridos, ni por un jardín con el césped sin cortar o el grifo sin reparar.

Pero Eva no creyó al cuento de hadas ni por un minuto. Y no tardó en descubrir que Sara deseaba tanto tener hijos y, ante la presunta esterilidad de su marido, recurría a su vecino Tomas. Que Miriam, la mujer de la esquina, para mantener las apariencias, era adicta a cualquier sustancia que tuviese a su alcance. Y, sin duda alguna, pudo reconocer a Michael, el dentista, entre las fotos de las conquistas de su amigo.

Por ello no se podía quedar callada, aún si esto pusiera en riesgo su vida, porque atentaba contra quienes deseaban esta ciudad hipócritamente perfecta. Un ejemplo a seguir para un mundo de ficción. Y fue así ella, la buena, hermosa y perfecta Eva, se convirtió en Lilith, la voz de los rebeldes, los que ya no querían apariencias, ni máscaras. 

 

(Este microrrelato pertenece a los "Relatos Jueveros"
y esta semana la convocatoria fue hecha por Demiurgo desde su blog:
"El Demmiurgo de Hurlingham".
Te invito a leer el resto de los participantes aquí!)

 




Mi participación a este encuentro de "Relatos Jueveros"
es mi homenaje especial a un bloguero único,

quien, no sólo es un 'paisano' y referente del 'buen hacer' en este mundillo virtual,

sino a quien le debo haber conocido esta iniciativa...


...feliz blog aniversario, Demi

y que sean muchos muchos más,

te lo mereces!!!

viernes, 7 de agosto de 2020

Escuché el ascensor. Sabía que era Él.


La puerta del departamento se abrió. Todo estaba iluminado con velas. La música suave, de fondo, que provenía de la habitación. Sentada sobre el borde de la cama. Las piernas cruzadas. Sólo la lencería negra como vestimenta.


Se paró delante mío y sonrió de lado. Dejó el saco sobre el sillón, tomándose todo el tiempo. Aflojó la corbata, sin quitarsela. Vino hacia mí y me hizo alzar. Se acercó a mis labios, pude sentir su respiración sobre el rostro. Temblé, y Él lo percibió.


Su profunda mirada ahora estaba fija en mis ojos oscuros. Una de sus manos rozó distraidamente mi pierna, sabía que quería ver mi reacción. Continué a fijarlo.


Al improviso, me empujó contra la pared. Mi respiración se hizo más marcada, pesada…, se agitó. Sus dedos comenzaron a acariciarme el cuello, y no pude no apoyarme a su cuerpo.


Me quitó el sujetador y se inclinó sobre mi seno. Sentí su boca saborear uno de mis pezones. Duros…, erectos…, por y para Él.


El tiempo pareció detenerse. Podía sentir cada movimento suyo, cada respiro.

Su mano bajó por mi vientre, hasta mi sexo. Se separó un poco de mí, para observarme. Sonrió ante el rubor que inundó mi cara. Volvió a sujetarme entre su cuerpo y la pared. Sentí su dedo entre mis pliegues, moviéndose lento, mojándose con mi humedad. Pese a la oscuridad, Él vió el brillo en mis ojos oscuros, el fuego que me provoca cada vez. Cada vez que soy suya, porque lo soy.


Continuó apretándome contra la pared. Su lengua recorría mi cuello con hambre. Sentí la fuerza de su miembro penetrándome, como aquella de sus dientes en mi hombro. Fue su respiración que comenzó a crecer en intensidad. Se volvió feroz…, casi animal. Así eran sus embestidas. Mis manos se enredaban en su pelo y mis gemidos se ahogaban en su cuello. Marqué con mis uñas su espalda en el preciso instante en que su semen quemaba mis entrañas. Mi boca pronunció su nombre al explotar en un exquisito orgasmo.

El tiempo volvió lentamente a transcurrir. Me besó permaneciendo aún dentro de mí. Luego de unos segundos me llevó en sus brazos hasta la cama. Su cuerpo y la profundidad del sueño acabó por envolverme. 

Si quieres, déjame aquí tu huella...

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