Salí de la ducha
envuelta en la toalla y fuí a mi habitación. Me vestí con esa
lencería negra que tan sexy me hacía sentir. Medias de seda y el liguero nuevo,
justo para esta cita. Luego me pondría aquel vestido corto
sujeto al cuello que dejaba mi espalda descubierta. Me paré frente al espejo
para peinarme y maquillarme.
Creo que el cabello suelto no harían tus rasgos tan duros... –dijo
Ella con esa tímida voz de siempre, como con miedo a mi reacción. Y tal vez si
no llevaras los labios tan rojos...
Ya no la escuchaba.
Alteraba mis nervios esa manía de Ella de querer siempre aparentar ser más
buena, más gentil, más decente, más santa... Yo en cambio me mostraba como era.
Precisa en el trabajo. Generosa con mis amigas. Una señora en la calle. Una
puta cuando se trataba de Él.
¿Volverás tarde? –susurró
Ella. Mañana debo alzarme temprano, debo entregar un informe en el trabajo...
La miré de reojo,
ni siquiera me detuve a responderle. Quedó allí, en pie, en el exacto lugar
donde horas antes estaba yo. Había tenido su oportunidad y la desaprovechó. Esa
noche yo tendría la mía... esa noche Él sería mío.
Ella me miraba. Esos
ojos suplicantes y llenos de miedo... de lo que podría hacer... de lo que
llegaría a ser.
Ella me miraba
desde allí... desde el espejo.
(Estas letras pertencen a los "Relatos Jueveros" y esta semana la convocatoria
Te invito a leer el resto de los participantes aquí!)