En un tiempo del cual
no tenemos memoria, existían unas tierras dominadas por las Dríades. Mujeres
hermosas llenas de magia que habitaban los bosques. Ellas los cuidaban, eran
sus protectoras. Dalia era una de las más sabias entre ellas, le gustaba
pasearse serena por las noches, descalza, sintiendo las hojas bajo sus pies.
Fue en uno de estos paseos que lo conoció.
Grokè era el fauno más
poderoso que habitaba esas forestas. Y aunque era muy raro que estos se dejaran
ver, apenas sus ojos cruzaron los de Dalia, ni siquiera pensó en ocultarse. A
ella le sucedió lo mismo, no podía quitar su mirada de ese ser al que le estaba
implícitamente prohíbido acercarse, ni hablar de enamorarse. Y sin embargo...
Pasaron meses de
encuentros a escondidas, de caricias fugaces y besos robados; hasta que sucedió
lo inevitable. Ella esperaba que las cosas no fueran como siempre le habían
dicho. No podían ser así, se repetía una y otra vez mientras acariciaba su
vientre que de ahí a poco iniciaría a crecer. Sabía que esta elección suya
traería consecuencias; pero estaba dispuesta a enfrentarlas. Lo haría porque lo
que estaba viviendo era un verdadero milagro; la cosa más extraordinaria; algo en
lo cual ya no esperaba. Se preguntaba cómo haría a decirle a él, no podría
ocultarlo por mucho tiempo, y tampoco deseaba hacerlo.
Amor... –dijo Grokè
tomándola entre sus brazos. Temí que te hubiese sucedido algo.
Y así es, Grokè... –respondió
Dalia mientras las palabras se le ahogaban en la garganta.
¿De qué hablas, Dalia?
–preguntó él.
Estoy esperando un
niño... –susurró sin poderlo mirar a los ojos.
Grokè quedó mudo por
un instante. Sabía lo que esto significaba, para ambos. Debían consultar cuanto
antes al poderoso hechicero del Alto Bosque; era el único que sabría qué debían
hacer. Al día siguiente acudieron de éste; que los escuchó pacientemente.
Vuestro amor, en estas
tierras y bajo nuestras leyes, está prohíbido. –sentenció duramente el gran
Mago. Sólo existe una solución, si lo que desean es continuar juntos...
Lo escucharon y sin
dudarlo un momento, aceptaron lo que el destino les tenía preparado. Nada
importaba mientras estuvieran juntos. Ambos pasaron a ser comunes mortales, sin
un mínimo rastro en la memoria de sus vidas precedentes. Aunque en las noches
de verano, cuando el perfume de los eucaliptos se mezclabla al de las rosas que
Dalia tenía en su jardín, ella sentía el impulso de caminar descalza; y sus
hijos hubiesen jurado de haberle visto alas en la espalda, como las hadas de las
historias que ella misma les contaba.
Este relato es dedicado al Hada protectora de mi familia,
a la mujer que ha dejado todo por el bien y la felicidad de los suyos,
para vos Mamá...
¡Feliz cumpleaños! Te amo ♥
Es el número 05: Te toca escribir un relato de fantasía épica.)