martes, 10 de julio de 2018

En un tiempo del cual no tenemos memoria, existían unas tierras dominadas por las Dríades. Mujeres hermosas llenas de magia que habitaban los bosques. Ellas los cuidaban, eran sus protectoras. Dalia era una de las más sabias entre ellas, le gustaba pasearse serena por las noches, descalza, sintiendo las hojas bajo sus pies. Fue en uno de estos paseos que lo conoció.

Grokè era el fauno más poderoso que habitaba esas forestas. Y aunque era muy raro que estos se dejaran ver, apenas sus ojos cruzaron los de Dalia, ni siquiera pensó en ocultarse. A ella le sucedió lo mismo, no podía quitar su mirada de ese ser al que le estaba implícitamente prohíbido acercarse, ni hablar de enamorarse. Y sin embargo...

Pasaron meses de encuentros a escondidas, de caricias fugaces y besos robados; hasta que sucedió lo inevitable. Ella esperaba que las cosas no fueran como siempre le habían dicho. No podían ser así, se repetía una y otra vez mientras acariciaba su vientre que de ahí a poco iniciaría a crecer. Sabía que esta elección suya traería consecuencias; pero estaba dispuesta a enfrentarlas. Lo haría porque lo que estaba viviendo era un verdadero milagro; la cosa más extraordinaria; algo en lo cual ya no esperaba. Se preguntaba cómo haría a decirle a él, no podría ocultarlo por mucho tiempo, y tampoco deseaba hacerlo.

Amor... –dijo Grokè tomándola entre sus brazos. Temí que te hubiese sucedido algo.
Y así es, Grokè... –respondió Dalia mientras las palabras se le ahogaban en la garganta.
¿De qué hablas, Dalia? –preguntó él.
Estoy esperando un niño... –susurró sin poderlo mirar a los ojos.

Grokè quedó mudo por un instante. Sabía lo que esto significaba, para ambos. Debían consultar cuanto antes al poderoso hechicero del Alto Bosque; era el único que sabría qué debían hacer. Al día siguiente acudieron de éste; que los escuchó pacientemente.

Vuestro amor, en estas tierras y bajo nuestras leyes, está prohíbido. –sentenció duramente el gran Mago. Sólo existe una solución, si lo que desean es continuar juntos...

Lo escucharon y sin dudarlo un momento, aceptaron lo que el destino les tenía preparado. Nada importaba mientras estuvieran juntos. Ambos pasaron a ser comunes mortales, sin un mínimo rastro en la memoria de sus vidas precedentes. Aunque en las noches de verano, cuando el perfume de los eucaliptos se mezclabla al de las rosas que Dalia tenía en su jardín, ella sentía el impulso de caminar descalza; y sus hijos hubiesen jurado de haberle visto alas en la espalda, como las hadas de las historias que ella misma les contaba.

Este relato es dedicado al Hada protectora de mi familia,
a la mujer que ha dejado todo por el bien y la felicidad de los suyos,
para vos Mamá...
¡Feliz cumpleaños!  Te amo

(Este relato pertenece a los "52 retos de 'El libro del Escritor'".
Es el número 05Te toca escribir un relato de fantasía épica.)

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