Hacia poco había
vuelto de viaje y me costaba retomar la rutina de horarios y actividades
cotidianas. Tan así era que, al despertar, me dí cuenta que por la noche no
había dejado el móvil en carga, por lo que ahora estaba tecnológicamente
incomunicada. Encima esa mañana había quedado con una amiga para encontrarnos
en la cafetería de siempre y ya llegaba tarde. En fin, no lo pensé dos veces,
dejé todo como estaba y bajé las escaleras tan rápido que no romperme una
pierna fue un milagro. Apenas salí y escuché la puerta cerrarse a mi espalda,
supe con absoluta certeza que me había olvidado las llaves dentro. Levanté los
ojos al cielo, de cara al sol y metí mis manos en los bolsillos de la chaqueta.
La misma que me había llevado por las dudas a ese paraíso de mar y arenas
blancas de esos días de vacaciones; y lo único que encontré fue la tarjeta de
embarque del viaje de ida. Podía interpretarlo como una señal, algo que me
decía: "volvé!"... ¿o no?
(Este relato pertenece a los "Relatos Jueveros"
y esta semana la convocatoria fue hecha por Mar desde su blog: "La bitácora de Mar".
Te invito a leer el resto de los participantes aquí!)