Mi nombre es F¥. Nací en la mitad perennemente iluminada del
planeta Æq2, ubicado en la séptima galaxia. Un planeta fijo delante de la
estrella Œl, la más grande y brillante; por eso en una mitad era siempre día y
en la otra, noche.
Desde niña supe de ser especial, aún entre los míos. Mi energía
era inagotable, podía permanecer días y días despierta, estudiando, trabajando,
lo que sea, y no me cansaba. Si me encontraba delante alguien triste o
desanimado, me bastaba mirarlo a los ojos y sonreírle para que éste sea
invadido por una luz y calor enorme. Mi sangre corría más veloz de lo normal,
parecía estar formada por la misma materia de la estrella que nos iluminaba.
Sin embargo, había algo que me paralizaba: la oscuridad. Tal vez
fuera por mi naturaleza, o por las enseñanzas de Mæ, pero la verdad es que en
ella me sentía totalmente vulnerable. Por ello no supe reaccionar al conocerlo.
Él, tan diferente a mí, y a pesar de ello, me sentía tan atraída.
§tøn... no sé qué hacer... –pregunté sin hacerlo directamente. Él era
el más viejo y sabio de los de mi raza, pero sobre todo, era mi amigo.
¿Con respecto a qué mi niña? –preguntó él con esa manía de querer oír
lo evidente.
Tú sabes... He conocido a alguien, pero pertenece a las Tierras de
la Eterna Noche... –le contaba y mi tono encerraba preguntas que quedaban
flotando en el aire.
¿Y qué es lo que tanto temes? –preguntaba otra vez, deteniéndose
en sus quehaceres para mirarme a los ojos. ¿Acaso te ha hecho algún daño?
No, no, para nada... –me apresuré a decirle. Pero sabes que temo
más que nada a la oscuridad, y aparte, Mæ siempre ha dicho que en esas Tierras
nada bueno podía haber.
§tøn alzó los ojos al cielo y se dirigió hacia la cocina a
preparar un poco de tè. Él estimaba a Mæ, pero no soportaba su extremo celo
hacia mí. Volvió al rato, con dos tazas enormes, humeantes, y se sentó una vez
más delante mío, tomándome de las manos.
F¥, mi querida niña... la que con una sonrisa cambia el sentir del
otro; quien con sus manos inunda de vida a quien siente que ya no tiene fuerzas...
¿qué es lo que siente tu corazón cuando estás con él? –preguntó, pero §tøn ya sabía la
respuesta a esto, sólo quería yo lo dijiera.
Siento que mi corazón podría estallar... siento que mi alma se
expande... –decía, y sólo pensar en él hacia que cada poro de mi piel proyectara un rayo
de luz. Con él siento que que puedo ser plenamente yo...
Salí de allí sabiendo exactamente qué debía hacer, qué deseaba
hacer. Me encontraría con Akµ y le explicaría todo. De mi miedo y de lo que
sentía por él.
Me escuchó atentamente, en silencio, sus niveas manos enlazadas a
las mías tan morenas. Sus ojos de hielo clavados en el ébano de los míos. Luego
que terminé de contarle las razones de mi compartamiento, esperó un rato
observando mi rostro.
¿Confías en mí, F¥? –dijo finalmente.
Obvio que sí, Akµ... sino, no estaría aquí. –respondí un poco
perpleja.
Cierra los ojos... –decía y no lograba entender qué quería. Ciérralos...
Tomó un pañuelo de entre sus prendas y vendó mis ojos. De repente
me encontré en la más absoluta oscuridad. Y comencé a comprender a dónde quería
llegar Akµ.
¿Logras ver algo de luz, F¥? –preguntó, aunque ya sabía la
respuesta.
No... todo es oscuro... –dije, tomando su mano. Pero tú estás
conmigo.
Concéntrate... no debes ver con tus ojos... siente la luz... –susurraba
a mi oído, sin siquiera tocarme.
Poco a poco comencé a ver, a sentir aquello que Akµ me decía. El
negro dejaba paso al blanco. Y extrañamente, inicié a sentirme serena.
Puedo verla, Akµ... ¡la veo! –le grité saltando de alegría.
Eso es, F¥... la luz ha estado siempre dentro tuyo... –me decía mientras
quitaba la venda de mis ojos. No debes temerle a la oscuridad. Luz y oscuridad no son
contrarias, se complementan, no habría la una sin la otra... Como el día y la
noche... Como tú y yo, pequeña.
Es el número 3: Imagina que eres un superhéroe con una gran fobia a la oscuridad,
escribe un relato de superación.)