Siento
mucho haberte dado esta noticia... –y su voz sonoba realmente dolorida. Había
esperado como vos que este tratamiento experimental diera resultados positivos.
Anna... –se
detuvo, el desánimo hacía temblar su voz. En todo este tiempo ambas sabíamos que
ésta era una posibilidad... lo más probable, ésta, que no funcionara... Ahora sólo
te pido un último favor...
Lo que
quieras Clau... –por su voz sabía lo
decía de verdad.
No se lo
digas a nadie... ni siquiera a mi hijo... –era muy seria en esto y su expresión
no dejaba dudas.
¿Qué
piensas hacer? –ahora iniciaba a preocuparse. No es momento para locuras,
necesitas ser contenida, aparte ya sabes que queda poco tiempo.
Justamente
por eso... y ninguna locura. –le respondió alzándose y dirigiéndose hacia la
única ventana del consultorio.
En todos
estos años Anna se había convertido en una amiga, ya no era sólo la doctora que
había hecho hasta lo imposible por salvarla de algo que, estaba visto, era
inevitabile. El último intento por curarla, no sólo había sido totalmente
ineficaz sino que había reducido el ya poco tiempo que le quedaba. Y ella había
decidido. Nunca quiso ser un peso para los suyos. La muerte no la asustaba,
eran ya muchos años que caminaban hombro con hombro. Pero sí temía al dolor. No
al proprio, también a ese se había acostumbrado, sino al que veía reflejado en
los ojos de su hijo. Él no se merecía más esta vida que no era tal. Lo había
tenido que crecer sola y él había madurado de golpe. Los escasos dieciocho años
de diferencia hacían de ellos amigos más que madre e hijo. Pero ya basta.
Volvió a
su casa con la decisión tomada. Apenas cruzó el umbral escuchó sonar el
teléfono.
Má...
¿Dónde estabas? –inconfundible la voz de su niño, aunque ya estaba cerca de los
treinta.
¡Hola
nene! –simulaba un entusiasmo que no tenía. Nada... me perdí paseando por el
centro y decidí hacer otro viaje.
Pero ¿qué
dices? –se mostraba confundido. ¿Puedes? ¿Y el tratamiento? Espérame, en media hora
estoy en tu casa y hablamos.
No Fer...
acabo de llegar y estoy agotada... –sabía de no poder enfrentarlo y mirarlo a
los ojos. Nos encontramos mañana a desayunar, ¿te parece?
¿Segura?
...te noto extraña. –decía preocupado.
Sí, sí...
me haré un baño y directa a la cama... –decía la verdad.
Ok, como quieras,
te espero en el bar de acá abajo... Descansa, te quiero. –dijo sin seguir insistiendo.
Perfecto
cielo... gracias, yo también te quiero. –respondió con casi un hilo de voz.
Colgó la
corneta y rompió a llorar. Pero no cambió de idea, al contrario, estaba aún más
decidida.
Al día
siguiente se despertó de madrugada, le sucedía tantas veces que ya estaba
acostumbrada. Aprovechó a controlar todos sus papeles; y sí, estaban en orden,
hacía unos meses había ido de su abogado y puesto todo a nombre de Fernando,
¿para qué esperar? De este modo le evitaría, al menos, toda la burocracia del
papeleo. Sacó la valija del armario y comenzó a poner dentro algunas prendas.
Se preparò, tomó todas sus pastillas diarias y salió a la calle. Antes de
encontrarse con su hijo, pasó por la agencia de viajes y compró un pasaje...
partiría en dos días.
Finalmente
entró al bar. Vió a Fernando sentado en una mesa en el fondo, alzaba la mano
para que lo viera.
Llegaste...
a ver si me explicas qué es esto del viaje. –dijo sin preámbulos.
Hola...
buenos días, ¿vos qué tal? ...yo bien, gracias. –respondió irónica.
Buen día
mamá... –le dijo dándole un beso. Y ahora explícame lo del viaje.
Claudia
sonrió, ordenó el cappuccino y la medialuna de siempre, y trató de explicarle a
Fernando el porqué había decidido viajar así improvisamente. Mentía. Ella sabía
de estar mintiéndole, pero se decía así misma que era lo mejor. No lo haría
pasar otra vez por lo mismo de hace un año atrás. Días y días al lado de una
cama, haciéndolo sentir impotente. Debía ser fuerte por los dos. El amor por él
era más grande que cualquier otra cosa.
Se pasaron
la mañana conversando. Fernando no estaba convencido pero a un cierto punto
entendió no la haría cambiar de opinión. Claudia le había dicho que igualmente
debía esperar tres meses para volver a repetir otro ciclo del tratamiento, entonces
aprovechaba a hacer ese crucero por el Mediterráneo que era una vida que
soñaba. Y Fernando pareció aceptar la
idea. Quedaron en cenar juntos al día siguiente en la casa de ella, y
despedirse.
Todo fue
bastante normal. Claudia bromeaba todo el tiempo para no caer en la angustía de
saber que no volverían a verse. Fernando no sospechó nada, tal vez no deseaba
ver lo que realmente estaba sucediendo.
Una semana
después llegó la noticia... una noche, por causas desconocidas, Claudia cayó
en mar abierto.
(Este relato pertenece a los "52 retos de 'El libro del Escritor'".
Es el número 41: Escribe una historia con lo que haría un personaje
que sabe que le queda una semana de vida.)
Sabes, Alma...
ResponderBorrarHay una frase que rescaté de Internet, donde un niño llora leyendo un libro... La madre le dice que no lo haga ya que lo que dice ese libro es mentira...Y el niño le responde, que lo que él está sintiendo es de verdad...
Así te he sentido al leerte... Tan de verdad que... Bueno... Se enturbió la última parte...
Precioso mi niña... Con esa delicadeza que te caracteriza y sabes mostrar.
Mil besitos preciosa y muy buenas noches.
¿Sabes Auro? ...yo digo siempre que no me considero una "escritora", todo esto ha iniciado como una especie de terapia, para sacar "lastre" como dicen ustedes; y poco a poco he ido tomándole gusto ...ahora, me siento y pruebo a ponerme en la piel del personaje que invento, hay veces que tiene tanto de Alma, y otras no, es totalmente diferente ...pero me gusta, y más me gusta sentir qué provoca en quien me lee... en vos por ejemplo. Y tus palabras, tan llenas de afecto siempre, son de las mejores recompensas que pueda obtener... Gracias y mil veces gracias, por acompañarme cada día.
BorrarBesotes enormes, preciosa mía.
¡Terrible!!! me has tenido con el alma en un puño mientras te leía.
ResponderBorrarMe sonrojas... porque vos sos muy buena escribiendo, y lograr este efecto en vos, no es poco.
BorrarUn beso.
Un estremecimiento iba en aumento renglón a renglón para llegar a un final crudo y que por sabido no ha dejado de doler. Una realidad repetida. Abrazos
ResponderBorrarAsí es Ester, aunque a veces sepamos el final, duele lo mismo.
BorrarGracias siempre por tus huellas, un besote.
Que sabias palabras que menciona el primer comentario. Es que algunas ficciones representan tanto a las emociones.
ResponderBorrarEs extremadamente dificil despedirse de la vida, al menos Claudia pudo haber pasado una feliz semana final.
Un abrazo.
Obvio que es extremadamente difícil despedirse de la vida, y también lo es el concordar un sólo y único concepto de "felicidad"... tal vez lo que esperaba a Claudia no era lo que ella consideraba "feliz"...
BorrarUn besote, Demi.
Relatar historias así es algo que se te da muy bien, cortas pero donde logras condensar una buena historia, y logrando que al leer uno oiga a los personajes prácticamente, con sus voces, sus tonos. He allí tu mérito, y opinando sobre el tema de tu relato, yo siempre prefiero en esos casos la verdad ante todo, nada es mejor que eso, más para un hijo.
ResponderBorrarBesos dulces Alma.
Antes que nada, un "Gracias" infinito, tus palabras son más que un halago, más viniendo de vos al que considero un Maestro en letras, de verdad.
BorrarY con respecto al relato, después de muchas experiencias, de un lado y del otro, si bien también soy de preferir la verdad, no juzgo... creo que muchas veces comprendemos a nuestros padres cuando nosotros lo somos a su vez... y todas las decisiones tienen dos caras... todo depende del cristal con que se mire... En fin, un tema difícil, pero que me gustó plantear justo por esto, para crear diferentes reacciones.
Besos salados como el mar, que ya sabes, para equilibrar.
Un relato que vas viviendo y lo sientes tan fuerte que el final duele
ResponderBorrarUn beso, Alma
Sé que era y es un tema que duele... la muerte, la mayor parte de las veces, duele.
BorrarGracias Ame, un beso.
Un relato estremecedor Alma, Claudia mintió una vez más para no hacer sufrir a su hijo.
ResponderBorrarBesos.
Las madres no estamos libres de equivocarnos, pero ¿qué no haríamos por protegerlos de todo mal?
BorrarBesotes.
Una tremenda decisión, analizada y pensada… Un desenlace, en miras de la felicidad de su hijo…
ResponderBorrarAltamente conmovedor, mi querida Alma… La vida, en su estado más puro y doloroso, y esas respuestas o soluciones que a veces el ser humano opta por tomar...
Bsoss y cariños enormes 💕
A veces lo que más asusta es que los que amamos, sufran... y llegamos a límites impensables por evitarlo, aún a costo del propio sufrimiento.
BorrarBesotes infinitos...♥
En un momento así cada uno reacciona del modo que mejor cree. No se trata ni de valentía ni de cobardía. Dicen que cortar por lo sano es mejor... pero tal vez, hacer frente por amor, también es sano para el que se va a quedar... aunque, al final, tomes la decisión que más duela.
ResponderBorrarMe imagino la desazón de ese muchacho... Algún día, aparte de saberlo, lo comprenderé. En cambio, ella ni lo uno ni lo otro.
Un beso. Tremenda historia como haces que sean estas que sobrecogen.
Tú lo has dicho... yo ni puedo ni quiero juzgar si está bien o si está mal, o como dices, si es valentía o cobardía... creo que es un tema difícil, muy difícil, y que cada uno sabe... nadie camina con los zapatos del otro por más que sean del mismo número.
BorrarGracias Mag, por tu constante apoyo, por todo y más, siempre... Besisssssssss!
Alma de mi corazón!
ResponderBorrarQué triste! Tengo la piel de gallina aún!
es precioso!!
Ainsssssssssss Ale... pensemos que es sólo un relato de ficción.
BorrarGracias preciosa... miles y más besotes.
Buenas tardes, Alma:
ResponderBorrarMe encuentro en este relato que has escrito.
No es habitual el que me identifique con lo que otros fabulan, cada vez estoy más absorto y aislado en mis propias alienaciones. Sin embargo, con este relato has logrado acercarme a mi realidad, a esa vida que intento ver como si fuera un melodrama que protagoniza Marcelino, y que yo Nino observo protegido por el autoengaño de que cuando quiera me levanto y dejo de verme proyectado en esas escenas cotidianas que me desagradan.
Quizá alguien cercano a ti te pregunte qué haces perdiendo el tiempo escribiendo en un blog, cuando lo podías dedicar a actividades más productivas. Contéstale, escritora, que estás ayudando a que otros se encuentren en lo que escribes; asegúrale, escritora, que hay personas que encuentran en ti palabras que se silencian.
Tienes voz propia para transmitir vivencias compartidas.
Es siempre un estímulo el leerte, Alma.
Un abrazo.
Ayyyy Nino... ¿y ahora qué te digo?
BorrarMe has dejado sin palabras, o mejor dicho, con ninguna que pueda expresar tanto agradecimiento para vos. Te he dicho mil veces, que ya el que me leas es un honor, y si luego me dices lo que me dices, pues... me superas.
Seres como vos, con tu integridad, son los que me estimulan el alma... leerles es un estímulo, saberles, poder confrontarnos e intercambiar ideas y opiniones. Ustedes... Vos sos un estímulo para seguir, para continuar a probar esto de los relatos, para crecer y mejorar.
Por eso y por todas las cosas que día a día compartimos, te doy las gracias, gracias por tu preciosa y valiosa amistad... es un honor para mí contar con vos aquí.
Un besote.
Joer!!
ResponderBorrarShhhhhh
Gracias por tu huella en estas arenas, Sydera.
BorrarUn beso.