martes, 31 de marzo de 2020

Creo que me subestimaste demasiado. –dijo en apenas un susurro, acercándose a su oído. ¿De verdad pensaste que era al oscuro de tus tramas? ¿De lo que planificaste desde el principio?

Aún si sonreía, no había rastros de calidez en ella. Parecía como si jamás la hubiese habido.

No sé quién hizo más trampa... –su mirada era tan serenamente fría que no le hacía falta ser Medusa para convertirlo en piedra. ...si tú, con tu ingenua soberbia o yo, fingiendo de serlo.


(Este microrelato pertenece a “Reto: 5 líneas” propuesto por Adella Brac.
Las palabras del mes de Marzo son: tramas - jamás - trampa.)



Una vez más debo y quiero agradecer a Adella Brac, por haberme otorgado esta mención que luzco con muchísimo placer, trás haber participado durante tres meses seguidos a su iniciativa...
gracias Adella, de 

jueves, 26 de marzo de 2020

Metamórfosis


En el momento que entró a la habitación y lo vió, todo desapareció y volvió a aquel fin de semana de algunos meses atrás.

A última hora se había decidido y comprado los pasajes del tren. Ale como siempre tenía trabajo por hacer, para adelantar. Ella ya no estaba segura que eso le molestase, era mucho tiempo que ella y Ale no compartían más que silencios incómodos y  sexo rutinario. Tal vez fue por eso, o por el aburrimiento, pero no pensó demasiado cuando se inscribió a esa chat. Sólo deseaba que alguien la escuchara.

Así fue que lo conoció a él. Al principio había sido raro, como que ninguno de los dos confiaba en el otro. Cuando ella le preguntó el nombre, él se limitó a decir: “Puedes llamarme Sandro” y ella pensó que no sería su verdadero nombre. Entonces tampoco le dijo el suyo. Pasaron semanas hasta que comenzaron a relajarse y conversar realmente. Se daban los ‘buenos días’, como un ritual mágico para enfrentar mejor la jornada. Se contaban desde los detalles más banales hasta las intimidades más inconfesables. Así y todo, había un límite invisible; sin decirlo con todas las letras, habían entendido que ambos tenían pareja, que si bien amaban, algo no estaba funcionando. Por eso ella se sorprendió cuando él propuso de encontrarse. Se negaba a creer que todo no fuera más que un simple deseo hacia lo nuevo, lo desconocido, lo prohibido. Pero aquel viernes, cuando por enésima vez Ale permanecía ajeno a ella, refugiándose en un trabajo que ambos sabían podría esperar; se decidió y le dijo que sí. Al fin y al cabo era sólo un encuentro, un café sin compromiso a ninguna continuación que no se deseara.

Debió admitir que se desilucionó cuando Sandro no le propuso esperarla en la estación central, sino hacerlo en un bar anónimo en el centro de aquella ciudad que ella conocía tan bien. Había optado por el mismo hotel de siempre, y fue allí que se dirigió primero; dejaría el pequeño bolso y la ansiedad, si era capaz. Tomó el metro hasta el centro y lo esperó en aquella esquina pensando si lograría reconocer. Ninguno de los dos había querido enviarse fotos, no las creían necesarias, no buscaban algo físico por lo cual poco importaba cómo tenía el cuerpo. ¿Sería verdad eso? ¿Y entonces por qué estaba tan nerviosa? Los minutos pasaban y él no llegaba. Y, ¿si él la hubiese reconocido y se hubiese marchado? ¿Qué haría? No quería pensarlo. Pidió un tè, le daría más tiempo para pensarlo, esperarlo.

No llegó. Y ella se sintió tan tonta. Pagó la cuenta y caminó sin rumbo, por suerte la ciudad siempre ofrece mil distracciones. Le sonó el móvil en el bolsillo. Un mensaje de Sandro que le advertía, tarde, que por un contratiempo de último momento no podría acudir a la cita. Lo remetió en el bolsillo sin siquiera responder. En un impulso, para no pensar más, entró a una muestra de arte. Y fue justo cuando se detuvo frente a ese cuadro que la estremeció y serenó a la vez, que decidió responderle.

Fue su último mensaje. Luego canceló también su cuenta de chat. Al otro día volvió a casa, a su vida de siempre pero con la convicción de que algo debía cambiar. No buscó fuera, reconstruyó dentro. Y ahora, ahora que todo finalmente era como siempre había deseado, ese cuadro la llevaba a un punto que creía haber olvidado.

Ale... Ale... Alessandro... –él desde la cocina no la escuchaba.

Eyyy... ¿qué pasa? –preguntó Ale mientras entraba al cuarto y la abrazaba por la espalda.

¿Y ese cuadro? –tenía miedo de girarse y verle a los ojos. ¿De dónde ha salido?

¿Te gusta? –susurró. Hace unos meses me hablaron de él, y cuando lo ví, simplemente me enamoré... otra vez.

Ninguno de los dos se movió, ni dijo más nada. No hacía falta.

"Metamórfosis de ángeles en mariposa", Salvador Dalí (1973)

(Este microrrelato pertenece a los "Relatos Jueveros"
y esta semana la convocatoria fue hecha por Mağ desde su blog: "La Trastienda del Pecado".
Te invito a leer el resto de los participantes aquí!)

domingo, 15 de marzo de 2020

Él

¿Alguna vez han visto esas construcciones antiguas; imponentes, de las que ya casi nada queda en pie?
Excepto los pilares, ellos permanecen. Fuertes e imperturbables.
Así lo he sentido a él siempre en mi vida. Todo podría caerse, desmoronarse en un instante, frente al asco de una sociedad impasible o bajo al ataque de flechas envenenadas por la ira de alguno. Sin embargo; él, como un león que sabe y protege, saca aún más el pecho, enfrentando el miedo más oscuro o la tristeza más mezquina. Para sorpresa de quien no lo conoce y alegría de quien lo ama.
(Hoy, como ayer y como siempre, un te amo
y un gracias por ser ese pilar,
ese verbo incondicional,
ese cómplice, aliado, amigo...
...hoy, ¡feliz cumple, hermanito!)





(Este microrelato pertenece a la iniciativa "Escribir jugando"
y ésta es organizada por Lídia desde su blog: "El Blog de Lídia".
Ésta es la propuesta para el mes de Marzo.)


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