Finalmente la noche había llegado, era hora de danzar. No nos importó
que el río estuviese bordeado de soldados. Ni siquiera esa antigua maldición
que nos hacía parecer horribles brujas nos había detenido.
Todo el campamento estaba dormido, o eso creíamos. Él nos descubrió, por
lo que comenzamos a escapar nuevamente hacia el río. Me encontré acorralada.
Alguien me tomó por la espalda, quitándome la capa que me cubría...
Soy Malco, Capitán del ejército a las órdenes del Conde de la Virtud…
¿tú quién eres? –su voz profunda penetró mi alma.
Silvia es mi nombre… soy una de las Ninfas del río… –expliqué en un
susurro.
Fue mirarnos a los ojos y reconocernos en los del otro. Bastó esa noche
para enamorarnos. Y el alba nos sorprendió jurándonos eterna fidelidad. Pero
con el surgir del sol yo debía volver a las profundidades del río; fue entonces
que decidí dejarle mi pañuelo de seda, como empeño de mi amor hacia Él.
Al día siguiente el Conde recibía a tres de los más poderosos
embajadores, y haciendo una fiesta en su honor, decidí convertirme en humana,
haciéndome pasar como una de las bailarinas del recibimiento. Malco me
reconoció al instante. La pasión de nuestras miradas no pasó desapercibida. Una
de aquellas mujeres de la Corte, celosa de lo que observaba, me acusó de
brujería. El Conde, sin más, sin preguntar, sin averiguar…, interrumpió la
fiesta y ordenó mi detención. El arrojo de Malco, mi eterno amante, se
interpuso; y entre la algarabía pude yo escapar, sabiendo que lo que estaba
haciendo iba a perjudicarle.
Se entregó al Conde y rindió su espada. Su destino, una lúgubre celda,
donde días después se presentò aquella dama, buscando el perdón y la
comprensión de mi Capitán. Fue en ese momento que me presenté ante ellos, quebrantando
todas las normas de mi naturalezza; para proponerle a mi querido Capitán una
locura: Refugiarnos en las aguas del río donde yo había nacido y así vivir
nuestro amor.
Malco me miró. No lo dudó ni un momento. Nos dirigimos allí, perseguidos
de las guardias …pero lo único que estos encontraron fue el pañuelo de seda
anudado por nosotros en símbolo de nuestro eterno amor.
(Relato basado en
la leyenda del “Nudo de amor”, Verona, Italia)
(Este texto pertenece a los "Relatos Jueveros" y esta semana
Te invito a leer el resto de los participantes aquí!.)