Salí de mi departamento con los minutos contados y el ascensor
bloqueado. "Iniciamos bien!", pensé.
Bajé corriendo las escaleras y encontré el motivo de mis obligados
ejercicios matinales.
Un
nuevo inquilino... –dijo Matilde. Se mudó justo enfrente de tu departamento; se
verán desde la cocina… A ver cuándo se te aparece por una taza de azúcar…
¡Qué
decís Mati! –le casi grité mientras salía apurada pero con el tiempo de aspirar
ese perfume a eucalipto con el que Matilde insistía en limpiar el hall todas
las mañanas, y que me transportaba al bosque en Necochea junto a mi abuelo.
Día
rutinario, no veía la hora de llegar a casa y sumergirme en la bañera. Ya me imaginaba
escuchando música suavecita y el perfume de lavanda de las sales inundando el
piso. Pero ese deseo se evaporó apenas salí del ascensor. Adoro Pink Floyd pero
en estos momentos “Wish you were here” me deprimía. Por lo único que no tiré abajo la
puerta del vecino, fue por su condición de nuevo. Decidí que una ducha
rápida sería lo mejor. Una cena ligera y a dormir. Al menos la readquerida soltería
cuidaría mi dieta, siempre hay algo positivo.

Me
vestí y maquillé lo más rápido que pude, desayunaría al bar, no volvería a
pasar por mi cocina en el día de hoy… No quería encontrarmelo nuevamente. Otra vez salí con los minutos contados y ví como iniciaba a cerrarse el ascensor.
¡Momento!
–grité y entré como un tornado.
Toda
la mañana si fuera necesario... –su voz me golpeó en el pecho y su perfume me
inundo, mientras las puertas se cerraban detrás mío, dejándome sin salida ante
él. Daniele, un gusto.
Alma...
–logré balbucear…
(Este relato pertenece a los "Relatos Jueveros" y esta semana
la convocatoria fue hecha por Dorotea desde su blog "Lazos y raíces".