El trabajo de Walter
siempre lo había llevado a los lugares más exóticos del planeta. Y, aunque ya
eran unos cuantos años que se encontraba estable en su ciudad natal, otra vez
debería marcharse al otro lado del océano. La multinacional para la que
trabajaba esta vez lo enviaba a construir viviendas familiares cerca de la
frontera entre Kenia y Tanzania.
Nunca antes había
estado en África, y a pesar de lo mucho que había leído, el espectáculo que se
presentaba delante de sus ojos escapaba a cualquier descripción él pudiese
hacer.
El trabajo que debía
llevar a cabo no era sencillo. No sólo por el clima, al cual no estaba
absolutamente acostumbrado, sino porque parte de las tierras donde debía
construir eran vírgenes y sin dueño. O al menos, su dueño no era un hombre, como
le explicó el viejo sabio de la tribu de la zona. Eran tierras de leones desde
hacía generaciones, y ambos convivían en armonía, siempre y cuando ninguno
atravesara los límites que correspondían al otro.
A pesar de tener todos
los medios a disposición, Walter no deseaba atacar a la manada bajo ningún
concepto. Había conocido, si así podía decirse, al jefe de ella, un león
adulto, de porte firme y mirada serena; seguro en sus pasos, como si supiera
desde el inicio quién tenía delante. Walter lo respetaba, tanto o más que a
muchos otros “jefes” hubiese conocido antes. Pero la compañía no entendía –ni le
importaban- estas cosas, y sin que Walter lo supiera, contrataron cazadores
furtivos, asesinos, para deshacerse de todos y cada uno de los leones.
Días más tarde, Enam,
uno de los niños más pequeños de la tribu vecina, apareció corriendo donde
alojaba Walter, y con lágrimas en los ojos, le contó que los hombres blancos
matarían a los leones. Walter se dejó invadir por la rabia y la desesperación,
subió a su jeep y salió rumbo a las tierras en cuestión, sin percatarse de la
tempestad que se alzaba al horizonte. Su pie presionaba tanto sobre el
acelerador que el vehículo parecía volar. El viento comenzó a ser muy fuerte,
tanto que formaba una cortina de tierra por delante que le impedía ver por
dónde iba. Fue por eso que no pudo evitar lo que sucedió, sólo sintió la tierra
cediendo bajo las ruedas del jeep y todo se apagó.
Despertó al rato,
cuando escuchó el sonido del agua contra el vidrio del jeep. Primero no sabía
dónde estaba, ni qué había sucedido, luego comenzó a entender. Los cazadores
habían excavado un pozo, una trampa, y habían cubierto todo con maderas y
tierra, para atrapar y matar más fácilmente a los leones. Con lo que ellos no
contaban era con que Walter saliera en medio a un temporal en su búsqueda, y
ahora se encontraba allí, con el jeep encallado en el fondo del pozo y él
malherido por el accidente. Trató de desabrochar el cinturón de seguridad, pero
no pudo, se había trabado en el accidente. La lluvia comenzaba a ser cada vez
más fuerte, y nadie sabía dónde había ido, por ende, mucho menos de su suerte. Comprendió
que en poco tiempo el pozo se llenaría de agua y él moriría ahogado, y ¿por
qué?, por salvar a un león y su manada. Un león que seguramente no sabía ni
siquiera de su existencia. Pensaba a esto y sonreía irónicamente de su destino,
cuando escuchó un rumor por sobre su cabeza. La sacó por el costado para ver de
qué se trataba y pedir ayuda, cuando lo vió. Allí estaba el león observándolo.
Walter no supo qué hacer, el miedo lo hacía burlarse de sí mismo.
“Bien, parece que hoy
es tu último día muchacho... o ahogado, o comido por un león... vaya
posibilidades, y sólo te queda elegir... perdido por perdido...” Eso pensaba
cuando comenzó a gritar.
Eyy... eyyy... –gritaba
mientras sacaba una y otra vez la cabeza mirando hacia arriba, donde estaba el
león. Ayúdame... sé que me entiendes... sálvame de morir ahogado...
Vió desaparecer la
dorada melena del borde del pozo, y no pudo contener las lágrimas pensando al
final. Dejó caer la cabeza y no se preocupó por llorar desconsoladamente. Hasta
que el fuerte ruido de un tronco cayendo dentro el pozo, justo al lado del jeep,
lo hizo detenerse y salir de esa angustía que empezaba a embargarlo. Volvió a
sacar la cabeza y vió al león descender lentamente por el tronco, midiendo sus
pasos, como asegurándose que tal resistiera al peso de su cuerpo. Walter no
sabía si sentir alivio o terror. Los minutos siguientes parecieron siglos. Vió
aparecer por su lado la enorme cabeza del león, estaba tan cerca que su aliento
le humedecía la cara, y rogó porque nada malo sucediera. Con una presición
quirúrgica, y como si supiera, sus dientes se clavaron en el cinturón de
seguridad, desgarrándolo, de modo que Walter quedó libre de salir del jeep. Por
un instante se miraron a los ojos y cualquiera hubiese jurado que se
entendieron. Walter se sujetó al león que comenzó a hacer marcha atrás para
salir del pozo, tan lentamente como había bajado. Cuando llegaron arriba y se
pusieron a salvo, la lluvia que hasta ese momento caía torrencialmente, se
detuvo, abriéndose el cielo y dejando que los rayos del sol iluminaran a los
dos. Sin pensarlo, Walter abrazó al león, le había salvado la vida.
Desde ese día, Walter
no se detuvo hasta conseguir adquirir la propiedad de esas tierras, en las
cuales creó una reserva natural. Él nunca más dejó el África, allí se casó y formó su familia. Y cuando ya viejo
le preguntaron por la amistad, respondió:
“En un instante él me
enseñó lo que es el respeto y la lealtad. Él me salvó la vida, en todo sentido.
Él, un león, fue mi mejor amigo.”
Todos deberían tener un León como amigo,
yo tengo la suerte de contar con algunos,
y uno de ellos hoy cumple años, por lo cual le quiero dedicar este relato...
para vos Dulce en tu día!
Es el número 50: Escribe un relato sobre la amistad entre un hombre y un animal.)
Bonita historia de un leal y valiente León que salva a quien iba en su ayuda. Los animales son así de nobles y me honra en que me dediques algo con ese sentido. Solo puedo decir que me siento halagado y te agradezco el regalo. Me lo llevo por supuesto, es mío :)
ResponderBorrarBesos dulcemente grandes y mi gratitud.
Me alegra muchísimo te haya gustado tu regalo, lo merecés sin duda alguna.
BorrarObvio que te lo llevas, es tuyo ya lo has dicho... jajajajaja!!
Besos grandes y salados como el mar... y continúa a festejar pasando un hermoso fin de semana!
Un relato de amistad, amistad entre una persona y un animal, el que el animal sea un león lo hace diferente, estamos acostumbrados a que esto ocurra con perros. Un abrazo
ResponderBorrarSabes Ester, habría podido hacerlo con un perro, pero el León simboliza a la persona que va dedicado... por eso fue así.
BorrarBesotes!
Un relato precioso y más desde tu cariño...
ResponderBorrarComo un abrazo le llegas ...
Bellísima regalo
Besos de corazón preciosa y con dulzor para Mi Dulce
Que a vos también te haya llegado y gustado, es un doble honor para mí...
BorrarBesotes grandes, grandes Cora ♥
No es tan fiero el león como lo pintan...
ResponderBorrarBonita historia que evoca muchos sentimientos.
Un beso.
Ya lo creo... que al final resultará un Gatito... jajajajaja!
BorrarBesisssssss hermosa.
Me gustó esta "fábula" que me recordó los relatos de mi padre cuando me iba a dormir.. había uno en concreto que también era la historia de un hombre y un león.
ResponderBorrarHoy,leyéndote, vuelvo a esos años.
Es hermoso Alma, muy sensible y tierno!
Me encanta haber traído a tu memoria bonitos recuerdos.
BorrarBesotes gigantes Ale... se te quiere!
Qué bonito detalle y qué bonita historia, mi querida Alma. Siempre nos han hablado de la nobleza leonina... Y yo creo que es verdad.
ResponderBorrarFelicidades para nuestro querido Dulce y por supuesto para ti, por haber creado algo Tan digno de él.
Mil besitos Para cada uno.
Ya lo creo que es verdad, y vos sabés muchísimo de eso, ¿o no preciosa Leona? ...aunque tarde, aprovecho la ocasión para desearte todo lo mejor también a vos, porque tu hermoso ser y enorme corazón, no merecen menos de eso.
BorrarBesotes infinitos, Auro.
Mi preciosa Alma, siempre has tenido el don de la sensibilidad para llegar al corazón de quien te lee… yo, como tantos amig@s de estos lares, tengo el honor de poder saberte y sentirte… Me quedo con una sonrisa en el alma, y es seguro que a nuestro querido Dulce le llegará al corazón… ❤️
ResponderBorrarHermoso, así de sencillo e inmenso… Una verdadera oda a la vida y a los valores en su más pura esencia…
Bsoss con todo mi cariño para los dos!! 😘😘
Ainsssssssssssss Gin... siempre digo que soy como un espejo, reflejo lo mucho que tantos de ustedes me dan, día a día, atraversando todas las distancias, porque se hacen sentir cerquita cerquita...
BorrarEl honor de tu amistad, de la de Dulce, y de la de tantos de ustedes, es mío... de verdad.
Besotes muchísimos para vos... smu@cksssssss!
Gracias nuevamente Alma por el regalo, y gracias a quienes han tenido una mención para mí.
ResponderBorrarBesos dulces.
Te repito, no es más de lo mucho que te merecés Dulce.
BorrarBesotes!
Que lindo relato de esa conexión entre dos seres que aunque aparentemente extraños y provenientes de mundos tan diferentes, el destino se encarga de unir.
ResponderBorrarBesos.
Vos lo dijiste José, a veces las diferencias son sólo aparentes, pues en esencia es más lo que une.
BorrarBesos.
Que buena historia. Resultó recompensado su esfuerzo por salvarlos.
ResponderBorrarUn abrazo.
Gracias Demi... siempre se sale recompensado en la amistad con un León, te lo aseguro.
BorrarUn besote, paisano.